A uno, tan estúpidamente analítico a veces, le resulta inevitable tirar de paradoja al hablar de Las Chinas. La industria discográfica, cuyo desinterés acabó con el grupo hace tres décadas, vuelve a recuperarlas para gozo de propios y sorpresa de extraños. Cierto es que las semejanzas de la entonces inope RCA y la visionaria actual Munster, que es quien publica ahora el LP que aquella no se atrevió, son antagónicas. La primera no supo manejar la gema que tuvo en su manos, y de la segunda se empieza a sospechar que publica discos bien presentados, adscritos al certificado de calidad y con el justo interés mercantilista.
Las Chinas, para no iniciados, tuvieron los ovarios suficientes de plantarse, dentro del panorama de un país todavía rancio y marrón, con un aire a la vez colorista y transgresor y dejarse llevar por una espontaneidad a la que le hubiera sobrado cualquier tipo de virtuosismo. Se trataba, ante todo, de pasárselo bien. Sus canciones, tan deliciosamente simples, entraban a saco tanto en los modernos como en todo tipo de fauna ávida de emociones. No era raro verlas tocar tanto en El Sol o El Escalón como salir a lidiar el playback de Aplauso ante una audiencia chillona y hortera. Sus conciertos eran, a pesar de que el sonido dejase que desear , una elegía a la diversión y al desbarre naíf ... lo tenían todo para, como mínimo, haber merecido la misma confianza que otros de sus congéneres porque el respeto y la empatía de estos, ya lo tenían, bien fuese en los dependientes de Almacenes Arias, fuente de inspiración de imagen externa, como en los hermanos Auserón por citar ejemplos.
Por centrarnos en el contenido del vinilo, no sin antes hacer mención al bonito encarte que lo envuelve con fotos representativas de Pérez-Minguez, Miguel Trillo y Antonio Robleda e ilustraciones de Pérez Villalta y André entre otros, en su cara A, nos encontramos con lo ya de todos conocido, los temas que, de una u otra forma, dejaron plastificados en un single, una banda sonora y un recopilatorio en su corta lactancia como grupo, destacando la siempre fresca “Amor en frío” , uno de los mejores temas de la nueva ola española para el que suscribe o de cómo una canción desnuda de todo artificio te puede hacer, con solo dos minutos, incluso bailar en la cocina un día de bajón.
La Cara B empieza por algunas de las canciones (“El crucero”, “Landrú” y “Es el fin”) de la maqueta de lo que iba a ser su disco grande. Canciones que ya pululaban en circuitos gourmets y que muestran una visión mas primitiva y fresca pero igual de excitante que la ulterior reflejada en el acetato, tenues, en ambos casos, motas de polvo pop. Como complemento, dos temas grabados en vivo en la sala Carolina, uno de ellos una versión de la Velvet Undreground, que saben a poco pero que sirven de testimonio de lo que pudo ser y no fue. Es curioso como a veces la nostalgia de otras épocas se puede convertir en pena pero como ese no es, ni de lejos, el motivo ni el fondo de la grabación, limpio el plato y la aguja, pongo el vinilo e invito a mi chica a cantar “El hombre salvaje” o “Te espio”, al fin y al cabo, nosotros hemos comprado el disco porque las canciones forman parte de la banda sonora de nuestras vidas.
Tracklist:
01. El hombre salvaje
02. Amor en frío
03. Te espío
04. 23 de Enero
05. Chicos de la calle
06. El crucero
07. Landrú
08. Es el fin
09. Me tratas muy mal
10. Qué fácil es caer
[Aurelio Sánchez Castillo. Nuevaola80 Madrid]
Sólo recordar que ese color rancio y marrón, era el de los progres de la época, los hermanos mayores contra los que se revelaron los nuevaoleros. Según Manrique (personaje nada sospechoso) en su libro "De que va el Rock Macarra" testimonia más de 10.000 grupos de música pop en la España de los 60...
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