"Los medios puretas venían a decir que lo nuestro no era tan auténtico como lo anterior. Por eso decimos siempre que éramos demasiado pijos para los indies y demasiado indies para los pijos", comenta José Luis Moro, que baraja varias explicaciones para esa desafección con el público más intensito. Una de ellas, que tal vez llegaran algo tarde a la Movida —"y pillamos una época en que lo que empezaba a molar era el rock americano y se atisbaba la moda de cantar en inglés, que arrasaría en los 90"—; otra, que el humor, una de las señas de Un pingüino en mi ascensor, parece ser un elemento que le resta autenticidad a la música. "Hay un documental maravilloso que salió hace un par de años del grupo Sparks, una banda que siempre ha sido de segunda fila, pero que es admirada por muchísimos otros grupos famosos. Los Sparks juegan mucho, muchísimo, con el humor, y en el documental hay un testimonio de alguien que dice que si Sparks no son archiconocidos es porque nadie se toma en serio el humor. Desgraciadamente, es así", se lamenta el artista.
A pesar de esa actitud refractaria que los más modernos han tenido hacia el humor —tal vez porque los más modernos son también los más risibles—, lo cierto es que ese ha sido uno de los ingredientes que ha permitido que, muchos años después de publicadas, las canciones de Un pingüino en mi ascensor no suenen ridículas por exceso de solemnidad.
"Es probable que el humor envejezca mejor que algún otro tipo de registro lírico. Desde luego, cuando te casas con algún con alguna temática excesivamente juvenil en tus canciones, cosa que tiene todo el sentido cuando las cantas con 20 años, puede llegar a resultar un poco ridículo seguir cantando eso mismo cuando tienes 60. Quince años tiene mi amor del Dúo Dinámico quizás sea el ejemplo más recurrente, pero supongo que hay muchos más. A mí me resulta curioso ver gente de 18 años corear algunas de mis canciones de los años 80, que están llenas de referentes de la época, de muchas cosas que ellos no saben lo que son. Antes de ayer me contaba un amigo que su hija de once años le había preguntado quién era Mariano Medina, un nombre desconocido que había escuchado en Espiando a mi vecina", reflexiona José Luis Moro que, para celebrar sus cuatro décadas en el mundo de la música, acaba de publicar Cuarenta años sin encajar muy bien en ningún sitio.
Diseñado por Pepe Medina —ilustrador y diseñador que, efectivamente, ha conseguido crear un volumen irregular que es difícil de colocar en una estantería convencional—, el libro recoge, a lo largo de sus más de doscientas cincuenta páginas, cien letras de canciones en las que lo importante no es tanto el éxito que tuvieran en su momento, como su calidad literaria. Un criterio que ha hecho que no esté incluida, por ejemplo, 'Atrapados en el ascensor'.
"Considero que es una buena canción pop, quizá una de mis mejores melodías, pero la letra es muy flojita —valora José Luis Moro, consciente de que puede haber fans que no coincidan con su opinión—. La calidad literaria es un criterio muy subjetivo, que tiene que ver con la entidad de la letra una vez que la separas de la música. En realidad, no creo que las canciones en general estén construidas para ser valoradas de forma independiente en su música y en su letra, aunque es cierto que hay melodías que perviven más allá de la letra. El mejor ejemplo de esto son todas las canciones en inglés que nos sabemos de memoria sin entender una sola palabra de lo que dicen. En el caso de las letras, sin embargo, es un poco más complicado. Personalmente, yo si he disfrutado con algunos libros de canciones que tengo, de Georges Brassens o Vainica Doble, por ejemplo, aunque también confieso que me resulta un poco más complicado con otro tipo de música. Me compré hace poco un libro maravilloso que recopila las letras de Johnny Cash, y está guay, pero cuando las repaso, me pongo las canciones".
Repleto de referencias a personajes históricos —el arzobispo Makarios—, personajes del mundo de la publicidad —Juan Valdés o Manuel Luque, Director general de Camp—, juguetes —Barbie—, productos míticos —los Petas Zetas— películas o series de televisión —la teniente Ripley—, las Torres gemelas o los negacionistas, Cuarenta años sin encajar muy bien en ningún sitio es también, sin pretenderlo, un recorrido por los acontecimientos más relevantes de la historia reciente.
"Muchas veces me han llamado cronista de la actualidad, una cosa que siempre me ha sonado demasiado rimbombante. Pero es verdad que soy muy fan de incluir marcas o nombres propios, pero suelen ser referencias muy laterales de la actualidad de cada momento —explica José Luis Moro—. Son raros los casos de canciones que se centren por entero en acontecimientos de un momento concreto de la historia, como Asaltar el Capitolio o Urdangarin. De hecho, casi nunca escribo sobre cosas que estén pasando en ese momento. La venganza de Miss Melilla, por ejemplo, la hice más de diez años después de la famosa historia del concurso de Miss España. Así que bueno, supongo que si los extraterrestres destruyeran nuestro planeta y el único documento que quedara para hacerse una idea de lo que habían sido los humanos fueran mis canciones, de algo se enterarían, pero se harían un lío".
El libro, que se puede conseguir en la Pingüitienda y en los conciertos de Un pingüino en mi ascensor —"aunque me estoy plantearlo llevarlo a alguna librería"—, cuenta también con el atractivo de estar ilustrado con materiales insospechados. Por ejemplo, fotografías, entradas de conciertos, carteles de salas que ya no existen, libretas con bocetos de canciones e incluso la lista de los temas interpretados en el primer concierto que José Luis Moro dio en su vida, ante un grupo de amigos y cuando todavía vivía en casa de sus padres. En definitiva, un material que deja entrever lo interesante que sería que José Luis Moro relatase en otro libro cómo ha sido pasar de ser estrella del pop en la España de finales de los ochenta a convertirse en un artista maduro del siglo XXI.
"Honestamente, no creo que ese libro resultara excesivamente interesante. Hay anécdotas que contar, cosas divertidas, pero estoy seguro de que hay decenas de grupos con historias muchísimo mejores que las nuestras. Nosotros, al final, éramos un grupo bastante tranquilo, no nos drogábamos, no destrozamos camerinos, salvo que vinieran nuestros amigos. Cuando leo libros como Los trapos sucios, que cuenta la historia de los Mötley Crüe, o veo un documental de los Sex Pistols, nuestras giras me parecen una excursión del Imserso".
[Fuente: Eduardo Bravo para epd.es -Enlace original-]