Foto: Javier Bernal |
Pasaron los años y fui perdiéndole la pista, no ya personal, sino incluso musicalmente porque lo que hizo después me resultaba mucho menos atractivo que las bases que ya había sentado en Siniestro Total y Golpes Bajos. A nadie se le escapa que tuvo un bagaje artístico irregular y no siempre por culpa suya,. La industria musical suele actuar a modo de rapiña cuando huele el talento y solo suele racionalizarlo correctamente en contadas ocasiones.
Pasó los últimos años de su vida impartiéndole lecciones gratuitas a músicos de generaciones posteriores a la suya, quizá porque sus congéneres no supieron interpretarlo del todo, quizá porque era la mejor tabla de salvación que encontró para seguir ejerciendo de genio, quizá por sus propios dogmas de fe en lo que mejor sabía hacer. Lo cierto es que volvió a ganarse el respeto que nunca debió perder.
Anoche, en ese momento en que los efluvios y los jugos gástricos de la opípara cena familiar causan, aparte de algún que otro problemilla de conciencia, mas modorra que otra cosa, se me ocurre encender el ordenador. En mala hora, Germán Coppini ha muerto. No me parece necesario incidir en los detalles del impacto, muchos desconocíamos sus dolencias pero creo que en ese instante el trance de todos los que amamos la música era bastante doloroso.
Con él, no sólo se va uno de los mayores embajadores del pop que ha dado Galicia, sino una de las mentes más brillantes del pop estatal, pocas voces han sido capaces de desgranar tanto sentimiento abordando tanto el punk como los ritmos negros, nadie como él para dotar de exquisitez al costumbrismo, de sofisticación a las meigas ... tantas cosas que agradecerte ... ahora sí que vamos a necesitar otro alien divino que, como tú, nos haga soñar. Hasta siempre, Germán.
[Redacción Nuevaola80. Aurelio Sánchez Castillo]
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