Germán Coppini se nos fue por la puerta de atrás, y con él se despidió una parte protagonista de la etapa más fructífera del pop español de todos los tiempos, líricamente insuperable, y me refiero claro está a la cima de Golpes Bajos, su maltratado primer y único Long Play publicado en 1984, “A Santa Compaña”. Y digo maltratado porque hasta la fecha no ha escalado hasta el puesto que se merece en ninguna lista patria, para vergüenza de quienes las firman, cuando debiera ocupar el Nº 1 en todas ellas, sin discusión.
Aquí hemos enterrado en vida la década de los ochenta sin dar tiempo a que respiren los que tenían algo que ofrecer, nos hemos hecho mayores cambiando de gustos musicales como quien cambia de coche, ¡hay que evolucionar, crecer y no mirar para atrás ni para coger el autobús! Solo tras la llegada de YouTube y el renacimiento de la nostalgia patria hemos echado mano del baúl de los recuerdos; -“Yo estuve allí en tal fecha”, -“Yo tengo todos sus discos”. Pero reconozcámoslo ya, para la mayoría Coppini no era más que un recuerdo de lejana juventud, un espejo carcomido por el tiempo donde mirarnos ante el desolador panorama musical.
A punto de cumplir más años de los deseados, uno llega a la conclusión de que lo mejor para no sufrir es rendirse, aceptar lo que parecía inaceptable, que la belleza es efímera, que la dicha no dura, que todo es una farsa disfrazada en cada promesa, en cada beso y hasta en cada polvo.
En la noche fría, Manu Guinarte siempre te recordará mientras pueda volver a su lecho.
[Redacción Nuevaola80. Manu Guinarte. Foto: Javi Bernal, El Sol-2007]
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