16 mar 2020

Virus y acordes en el Regreso al Futuro (I)

Puesto que no todo pueden ser malas noticias, en Nuevaola80 anunciamos que a partir de ahora contaremos con la colaboración de Teo Serrano como excepcional redactor. Con este artículo de rabiosa actualidad, Teo aborda la crítica situación provocada por la consabida crisis vírica que estamos padeciendo a nivel mundial, para destacar el fenómeno de la música en "streaming" que ahora, y nunca antes de esta manera, se ha desatado por las redes sociales... Pero Teo va un poco más allá. Lean y reflexionen, pero sobre todo, disfruten.


Cuentan que en 1931 el extraordinario bluesman Skip James ganó un concurso, el premio era una grabación para la casa Paramount y un billete de tren para Wisconsin. En aquellos días los fabricantes de muebles hacían también gramófonos y, por lo tanto, editaban sus propias grabaciones. Así, la mítica sesión donde quedó inmortalizado se efectuó en el ático de una fábrica de sillas aunque Skip jamás llegó a ver un céntimo de esas canciones, ni siquiera llegó a escucharlas ya prensadas. La Gran Depresión golpeó poco después de forma demoledora la economía mundial, las ventas de discos cayeron en picado y, bueno, ya estaba la radio para oír música gratis.

Mucho ha llovido desde entonces y la profesionalización del negocio de la música ha pasado por diferentes fases a lo largo de las décadas, que han acabado englobando, modificando o arrinconando las estructuras anteriores según su rentabilidad hasta llegar al día de hoy, en que, como se decía en una añeja zarzuela, “las ciencias adelantan que es una barbaridá” y, curiosamente, los fabricantes de teléfonos hacen también reproductores de DVD-Blue Ray y, por lo tanto, editan sus propias grabaciones.

El imparable desarrollo de la comunicación por internet estos últimos años y la evolución tecnológica han permitido que la forma de intercambiar y disfrutar la cultura, en general y la música, en particular, vaya dependiendo cada vez menos de los soportes físicos. Podemos visitar museos, ver películas, leer libros o, sencillamente, soñar gracias al espacio virtual. Son ofertas que se han ido acumulando a las más tradicionales y cada uno/a hace su elección personal al respecto según la ocasión. Pero escribo estas líneas en un día desafortunado: se han suspendido todos los conciertos físicos, a todos los niveles de comercialidad, en nuestra ciudad. Informándome, veo que lo mismo ha sucedido o va a suceder en gran parte del mundo. Una tragedia humanitaria ha estallado en todas partes, una nueva pandemia causada por el llamado “coronavirus” va a provocar no sólo centenares de miles de muertos sino, también, una demoledora recesión a nivel global. Es pronto para determinar su alcance pero sus consecuencias en el mundo del entretenimiento y la cultura han sido inmediatas y drásticas.

La asistencia a locales de ocio, teatros, salas de conciertos, cines o estadios deportivos está seriamente comprometida por un tiempo aún indeterminado.Y aquí es donde entra el nuevo formato virtual llamado streaming, hasta hace poco una opción casi caprichosa y que en este mismo momento está cogiendo una gran fuerza. Miles de grupos y solistas, en todas partes, la están usando para ofrecer entretenimiento a la población, obligatoriamente privada de esa asistencia a espectáculos para tratar de parar el contagio. De una forma personal y amateur -en la mayoría de los casos- los músicos están usando esa opción tanto para ayudar a suavizar el período de confinamiento como porque, simplemente, han vuelto sus ojos a un formato que no valoraban seriamente hasta este momento.

El tiempo dirá si ha sido una opción circunstancial o, muy probablemente, que la industria la va a situar como una nueva fuente profesionalizada de comunicación entre creadores y público en general. De cómo se redistribuirá la ingente cantidad de dinero que se generará en esa dirección se podría hacer una interesante reflexión, pero eso ya debería tener espacio propio en otro artículo. Lo que sin duda será cierto es que los creadores se verán obligados a elegir -como otro de los bluesman originales, Tommy (no, Robert no, Tommy) Johnson en el legendario Clarksdale Crossroads- si venden su alma al diablo… y a cambio de qué.



[Redacción Nuevaola80. Teo Serrano]

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