Foto: Javier Martín Ruiz |
Apasionado, más bien cegado por innumerables visionados de “La naranja mecánica”, Arias perteneció a la “generación de las siglas”, aquella gloriosa pandilla de locos que, a bordo de grupos como TNT, 091 o KGB, dio en los primeros 80 una buena patada a la escena musical granadina, siempre a ritmo de punk y rock and roll, sin perjuicio de arrimarse a cualquier otro sonido molón que aportase algo, fuesen cosquillas o calambrazos eléctricos de alto voltaje. Eran tiempos trepidantes, donde se notaban de verdad las ganas de cambio, luego devenido a lo mismo de siempre. El pulso se empieza a palpar desde aquellos ensayos locos en las cuevas del Albaicín, juntos y revueltos con gente como Lapido, Tacho, Eric, “El Pitos” o Vílchez, hasta las primeras y precarias maquetas grabadas en la localidad vecina de Albolote (“Albolote /Albolote / maricón el que no bote”, cantaban ellos). Desembarcaron en Madrid y dejaron para la posteridad singles como “1984 (Euroshima)”, “Cucarachas” o “Gilmore 77”, que desde la deprimente y deprimida Andalucía ponían la nota oscura, desafiante y enérgica a los coloristas días de “La Movida”, encuadrados una periferia musical que, sin ignorarles del todo, tampoco se lo ponía demasiado fácil desde la capital.
El único LP de TNT, “Manifiesto Guernika” sigue siendo uno de esos discos descatalogados que nunca merecieron tal deshonor. Publicado en vísperas del orwelliano año 84, aquel plástico ponía en evidencia a gran parte del punk madrileño de entonces, onda siniestra incluida. A la alegría pop que empezaba a poner cara de resaca, los TNT contraponían una sacudida que dejaba con el culo al aire la frivolidad de colorines imperante. Escúchense “El jardín extranjero”, “Nadsat” o “Habitación 101” y podrán divisar, sin mucho esfuerzo, a David Bowie desfilando entre las Brigadas Internacionales despidiéndose de España, tan drogado y feliz como acabado y dispuesto a todo. Una imagen icónica en un disco todo él tan feo y tan bonito como una pesadilla de psiquiátrico. Un Picasso hecho a base de optalidones para olvidar que los nazis se comen Europa. Una noche de juerga que va de 1939 a 1977 y que dura poco más de treinta minutos de vinilo. Brutalidad y poesía, sonando todo junto y revuelto a través de unas cuantas patadas en la cabeza. Horrible y maravilloso. El verdadero lado oscuro no de la fuerza, sino de la mente humana con todas sus sombras y algunos destellos de luz.
Sí, se apagó Jesús Arias, aunque su fuego no es de esos que se extinguen. Ni él mismo se debía figurar en 1983 el paralelismo que su vida iba a tener con la historia de “Coplas a la muerte de su colega”, una versión musical del clásico de Jorge Manrique que, para la ocasión, se encargó de parafrasear el hoy célebre poeta Luis García Montero. Arias era así, profundo y liviano a la vez, con esa frivolidad aparente de los que saben que vivimos rodeados de abismos. Él, en su medida, fue un eslabón más de esa cadena que nace sabe Dios donde, pero en la que pieza a pieza enganchan talentos que van desde Quevedo a Kubrick, pasando por Joe Strummer o García Lorca. Y no es una metáfora: cuando el líder de The Clash se escapó a Granada (dejando tirados a sus compañeros londinenses en vísperas de una gira europea), Strummer se recorrió Andalucía de la mano de dos grupos de referencia en el rock de este país. Hablamos, claro está, de 091 y de TNT. Jesús, como siempre, estaba allí, abriendo puertas y ventanas a aquella leyenda del 77 obsesionada por la Guerra Civil española, por “Poeta en Nueva York”, por el tintorro y por la CNT. Todo mezclado y sin gran ciencia, como buen guiri despistado, pero echándole corazón a espuertas. No era raro que Arias y Joe coincidiesen y que lo suyo fuera amistad a primera vista. “Graná” es así, y ellos fueron a caer juntos en aquel inolvidable garito llamado Silbar. Lo demás, como suele decirse, es historia.
Alternando su actividad noblemente canallesca de músico punk con el no menos bohemio trabajo diario como periodista -les juro que sé bien de lo que hablo-, Jesús se debatía desde finales de los 80 entre su pasión desaforada por el arte sin tapujos (cine, música, poesía) y su obsesión profesional por perfeccionar cada uno de sus artículos de prensa como si fuera el último: directos y sin dobleces, poniéndose en el lugar del lector, ya se tratase de una crónica teatral de postín como de un vulgar suceso. Cierto que se especializó en el área cultural, pasaporte directo al ninguneo en un país donde lo que lo peta es escribir (mal) sobre fútbol, pero eso no quita, ni de lejos, que por sus venas corriese la sangre de los mejores en la profesión. La de esos que no cambian la calle por un despacho ni el bloc de notas por una mesa de maquetación con órdenes que repartir. De hecho, pudo haber sido redactor jefe en más de una cabecera histórica de Granada (facultades no le faltaban), pero él prefería estar al pie de las cosas, viendo si algún día explotaba “la única ciudad del mundo con nombre de bomba”, como solía definir a “Graná” su amigo Enrique Morente. Siempre con su cigarrillo y sus historias en la cabeza, en la guitarra o en la libreta, Jesús resucitó a los TNT en varias ocasiones, para finalmente reconvertirlos en Exxon Valdez (humor negro y amargo, como humo del petróleo) y acabando abruptamente su trabajo bajo el nombre de Quäsar, que este mismo año firmaron su debut, ahora convertido en canto de cisne. La vida es así, y la muerte es... como es. Hay mucho más, pero ya lo dijo El Rey Lagarto: “This is the end / my friend / it hurts to set you free...”
Por ahí arriba, en fin, entre esas dimensiones abruptas y lejanas, es por donde debe andar ya Arias “El Trinitotolueno”. Cuando lleguemos nosotros, Jesús, ten a mano unas cervezas y ponnos al día de lo que ocurre por esos sitios y a tus compañías: todos sabemos cuales son, que las hemos mencionado. Y pon música también, que nosotros siempre lo haremos por ti.
Descansa, compañero periodista, compañero músico. No lo esperábamos y aquí abajo estamos bien jodidos con la noticia de tu partida. Nos quedamos brindando por ti, pero algún día, ahí en esos cielos, fijo que nos veremos. Pagas tú la ronda, ¿ok?
[Redacción Nuevaola80. Rafa Balbuena]
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