Penélope es amor. Amor y pura luz: llega con sus ojos inmensamente azules como si saliera del mar, y es la suya una presencia súbitamente luminosa, excepcional, de las que lo llenan todo. Destilan su mirada, su corazón y sus palabras amor, gratitud, admiración sin límites. Pasión. Pasión a manos llenas. Ella no es la cola de un cometa o una fugaz: es una estrella en sí misma que refulge, que brilla, que expande su ser por el universo sin que lo pretenda. Purita luz Penny, la hija, la depositaria, la legataria de alguien que una vez habitó esta tierra y dejó en herencia una siembra maravillosa que atesoraba en su seno el secreto mejor guardado: el de la luz. Hace una mañana radiante en Briviesca, por cuyas calles pasea Penny saludando aquí y allá, sonriendo feliz. Está y se siente en casa: de Briviesca es su madre, Esther; en Briviesca ha vivido ella muchos años, algunos de los más felices de su vida; y Briviesca fue la última morada de un genio de la música, un creador excepcional y un tipo que pasó por el mundo dejando una huella indeleble: Antonio Martín, líder de Burning, la más mítica banda del rock español. Su padre.
Han transcurrido tres décadas desde el fallecimiento del artista. En este tiempo, el amor de Penélope Martín por su progenitor no ha hecho más que crecer a la vez que lo hacía ella: hoy es una mujer adulta y madre feliz, pero sigue siendo la niña de los ojos de su padre, cuya presencia cálida siente a cada instante, en la memoria y en el corazón. "Mi padre me dejó armada para la vida. Me llenó de amor. Y siento ese amor constantemente. Hablo muchísimo con él", confiesa exhibiendo una resplandeciente sonrisa. No es el suyo sólo un legado de amor: a Penélope su padre le dejó en herencia muchas cosas más. Recuerdos, fotografías, escritos, cuentos... Y un disco inédito compuesto con su hermano del alma, su alter ego y miembro cofundador de Burning, el gran Pepe Risi. Y es ahora, treinta años después de que Antonio Martín emprendiera el último viaje (Pepe le siguió seis años más tarde), cuando su hija ha decidido compartir con el mundo esa herencia musical, ese regalo que hará las delicias de los seguidores, que son legión y de varias generaciones, de la banda de rock por excelencia de este país, la más clásica y stoniana. El disco verá la luz en unas semanas. El título se conocerá entonces. Sorpresa.
Penny abre su corazón, su memoria y sus recuerdos como quien abre una ventana para que entren el aire y la luz del sol. Muestra el álbum íntimo de la familia, de su padre. Exhibe y lee los textos que le escribió y le tiembla la voz de orgullo y de emoción. Y traza un perfil de su padre que destila tanto cariño como admiración. "Era una persona muy sensible, inteligente, muy culta y a la vez sencilla, humilde, buena. Y un adelantado a su tiempo. Era un estudioso de la vida y de las cosas. De la música, de la historia, del arte. Un intelectual que se hizo a sí mismo".
"Mi padre era un poeta. Escribía mucho, en libretas, en cualquier papel, en servilletas... Era un artista hasta jugando conmigo. Me dejó cartas que, leídas hoy, cobran sentido ahora que soy madre, por ejemplo. O por mi condición de mujer: que fuera fuerte, independiente, libre... Me estimuló siempre para que aprendiera, de todo y constantemente. Si yo estudié Historia del Arte es porque él me enseñó a amar el arte, desde la mitología griega. ¡Me contaba toda la mitología cuando me iba a dormir! Me llamo Penélope por el personaje de la Odisea. Yo he vivido cosas de niña que cómo iba a contar en el colegio: viajes, conciertos... Pero él siempre me bajaba a la tierra. Me decía que no me dejara deslumbrar, que sólo las estrellas tienen luz propia. Papá me protegió siempre. Y jamás me ocultó nada. Ni me mintió. Mi padre me explicó de una forma bellísima lo que le pasaba, lo que le sucedía con la heroína. Sus cartas... Las he leído, las leo todavía hoy, y me desgarro entera. Porque siento que en determinados momentos él no estaba bien. Y sufro. Su dolor por mí". Cree Penny que su padre intuyó siempre que tenía un tiempo limitado. Y que éste no iba a ser largo. "Que era una estrella fugaz, de las que más brillan, pero fugaz. Él lo sabía. Y por eso el último año fue increíble, intenso. Fuimos a Estados Unidos, a Canadá. Y me armó, me armó para la vida. De su mano, siempre de su mano. Juntos. Él está en mí. Siempre está en mí y lo va a estar hasta que me muera".
La relación padre hija fue siempre mágica. Una relación cosmogónica, de complicidad suprema. Eran dos seres en uno solo. "Mi padre era amor. Me siento llena y plena porque he recibido tanto... Me desbordó de amor. Cuando algo duro llega, o le echo tanto en falta, me invade ese amor. Fue puro amor conmigo desde que nací hasta que se fue. Estuvimos siempre de la mano. Él murió conmigo, en casa. La nuestra es una historia de amor. Mi madre es y ha sido fundamental. Un pilar. Pero mientras él estuvo, lo llenó todo. Tenía ese carisma, ese algo...". Era luz Antonio Martín, pero su hipersensibilidad y el abismo de la adicción también le provocaba dolor, sombra, fantasmas. A veces se replegaba sobre sí mismo, se ovillaba a su soledad, se abrazaba al silencio y al olvido. "Sufría con sabiduría. Identificaba el dolor. Él a menudo me lo explicaba con pasajes de El lobo estepario, de Herman Hesse. Él era un lobo estepario. Creo que mi padre siempre sintió que le faltaba algo, que no estaba lleno, pleno del todo. Y es ahí donde está la oscuridad. Le pasaba a Antonio Vega, a Enrique Urquijo. Le pedían a la vida algo más. Era salvaje en pureza". Antonio Martín, dice su hija, vivió la vida que quiso vivir. Lo hizo intensamente, a fondo perdido. Al límite siempre. "Es cierto que pagó un precio enorme. Toda una generación lo pagó. Y sé que él sufrió cuando supo lo alto que era el precio. Que sintió rabia. Pero aprovechó todo el tiempo que le quedaba para estar con quienes más amaba".
El legado. La maqueta con sus últimas creaciones se concluyó el mismo año de su muerte. Son temas hechos con Pepe Risi, su gran amigo. Ellos son el núcleo originario de Burning, aquella formación crecida en La Elipa que se convirtió en referente del rock español. Ellos eran Burning. Sus almas. Se trata de ocho temas inéditos, aunque el disco incluirá diez. ¿Por qué ahora? Penny tiene claro que ese disco es para la gente. Que su padre y Pepe así lo querrían. Esa joya musical ha estado celosamente guardada por Rafa, un gran amigo de la infancia de Antonio. "Se lo merece la gente. Es un disco precioso". No es la única sorpresa, porque no sólo habrá música: será un libro-disco, y en él aparecen los manuscritos de las canciones y otros textos de Antonio. "Va ser muy bonito. Yo me sé esas canciones desde niña. Y sabía que algún día tendrían que conocerse. Quizás haya necesitado estabilidad. He estudiado, he viajado mucho. Y creo que ahora, al ser madre y asentarme, he sentido que era el momento. También me han animado personas que conocían la existencia de esa maqueta, como Ricardo Moyano o Marifé, la mujer de Pepe Risi. Mi padre se lo merecía", apostilla.
"Mi padre era de la gente, era un animal escénico y estando entre la gente. Ha llegado el momento. Me ardía entre las manos. He llegado a escuchar que la maqueta no existía. Yo, que he escuchado esas canciones inéditas toda mi vida... Vaya que si existe. Ha habido quienes han tratado de ocultar, de negar la importancia de Antonio Martín. Injustamente. Ha sido grande. ¡Cuánta gente sigue cantando y bailando sus canciones! Él sigue vivo en mi corazón. Y en la memoria y en el corazón de mucha gente", apostilla. Afirma Penny que es un disco especial, de madurez, en el que se percibe que se encuentra en un punto de creación superlativo, de enorme inspiración. Que atesora ya esa sabiduría que dan los años, el dolor y un profundo conocimiento del secreto de la música. Hay, en esas canciones, versos como relámpagos, versos como cicatrices, versos que remiten al origen remoto del rock, a su esencia; pero también a la vida, que late en cada acorde, en cada frase, como un aullido interminable. Para la eternidad.
[Fuente: R. Péreaz Barredo y Miguel Ángel Valdivieso -Foto- para diariodeburgos.es -Enlace original-]
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