... Siniestro Total no podían haber elegido título más irreverente y afortunado para el concierto de despedida que "40 años sin pisar la Audiencia Nacional", ahí es nada, genio y figura y sobre todo suerte, de la que se vanaglorian, por haber escupido saliva punk gamberra en una época en que el sentido del humor era latente y preciado bien nacional y la incorrección política era patrimonio no solo de los políticos sino también de la gente de la calle, porque de haber sido en estos tiempos de leyes mordaza, libertades restringidas y censura social, a buen seguro que hubieran tenido que someterse a los rigores de la fiscalía, a cuantiosos daños en el bolsillo o, lo que es casi peor, a condenas virtuales ejemplares y, por ende, al exilio en las Cíes con los jipis de una de sus canciones que se la tienen guardada o en Andorra, por aquello de que allí el alcohol es más barato.
Ya el nombre, inspirado en el parte que su compañía de seguros dictaminó para su Renault 12 estrellado contra una roca en el puerto de Vigo tras una noche de farra, aportaba pistas concretas de la desvergonzadas letras que contenían unas maquetas que sonaban, como muchas de las de sus coetáneos, fatal pero de nuevo la moneda salió cara y fueran a parar a manos (¿qué mejores manos?) de Jesús Ordovás, que debió captar a la primera la retranca gallega por aquello del paisanaje, y a base de, con la aquiescencia insistente de la audiencia, radiarlas y conseguirles una actuación en el mismísimo Rock-Ola, hizo de los vigueses una especie de Dead Kennedys "a feira" que no tardó Servando Carvallar, que en aquella época le "disparaba a todo lo que se movía", en plastificar cuando ya el grupo era de sobra adorado por una horda de ebrios gamberros que petaban bares y calles de perdición cantándole a ayatollahs tocapelotas o esqueletos asexuados, emulando los arpegios guturales de Germán Coppini, el gran Germán Coppini, que pronto se dio el piro del grupo al comprobar de primera mano que un grupo de punk era un ejercicio de alto riesgo.
Y ese, a fin de cuentas, quizá sea el mayor mérito de los gallegos, haberle añadido, en canciones de dos minutos y estribillos aplastantes, al elemento provocador que trae de serie el punk jocosidad, irreverencia, verborrea cotidiana pero imaginativa, diversión y una incitación permanente al noble arte del bebercio, no importándoles recurrir explícitamente a escatologías genitales, ironías de buena baba sobre otras culturas o mofas sobre los personajes del momento si con ello enganchaban, como sucedió, a dos (o tres) generaciones ávidas de emociones desternillantes que le han seguido siendo fieles hasta cuando la madurez, la reiteración y la minoración de las ventas de discos llevó al grupo a mutar a otros terrenos musicalmente más cultos sin perder la solvencia ni la profesionalidad que, por su trayectoria, se ponía en duda.
Pero todo tiene su fin, o al menos eso dicen, aunque en éste caso es evidente que es algo meramente físico, ellos se van de los escenarios pero ¿quién no se acordará de ellos cuando sienta una molestas cosquillas en la entrepierna?, ¿quién no le cantará el "Diga que le debo" a un camarero tardón y desesperante?, ¿qué gallego no exhalará efluvios báquicos entonando el "Miña terra galega"?, ¿qué antitaurino no se sabrá de memoria el "Alégrame el día"? , ¿a qué virilmente superdotado no le aumentará la egolatría con "Sexo chungo"? ... creo que haría falta un libro completo para desgranar los binomios empáticos que Siniestro Total ha descrito en sus canciones, lo cual les concede el derecho no ya de pasar a la posteridad en la memoria musical de éste país sino obligarnos a los que los hemos seguido a transmitir su legado a las nuevas generaciones para que sepan que hubo un tiempo en el que las canciones ocurrentes e irónicas ni molestaban ni irritaban, simplemente divertían ...
[Redacción Nuevaola80. Aurelio Sánchez Castillo]
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