Ayer, 12 de mayo, se cumplió toda una década sin la presencia de una de las figuras más importantes del pop español, el maestro Antonio Vega. El legado musical que dejó fue sublime, desde sus inicios en la playa de la Malvarrosa valenciana donde compuso 'Chica de ayer', atravesando la vorágine de la movida madrileña con un buen número de éxitos, para culminar una extensa etapa como cantautor de extrema sensibilidad con piezas que transformaron su arte en poesía musical. Antonio caló bien hondo en la cultura de nuestro país, un país falto de ídolos. Antonio Vega desde luego que lo fue y, ahora, diez años después de que se fuera para siempre, sigue siendo recordado como el gran Maestro del Pop español, no sólo por su incomparable manera de componer sino, casi a la par, por su tremenda capacidad de transmitir sobre un escenario.
Recordamos unas palabras que dejó en 2010, justo un año después de su muerte, su gran amigo y compañero de oficio Carlos Brooking, bajista de Nacha Pop:
"No paró de crecer. Su peculiar fraseo con la guitarra ya lo tenía con veinte años, pero esa expresividad con la voz no paró de elevarse hasta niveles fuera de lo común. Levantaba la boca hasta la altura del micrófono -por una antigua vocación- como única concesión mecánica a la física del sonido, pero la comunicación de expresividad en estado puro era sorprendente y sobrecogedora. Porque su voz parecía surgir directamente del pensamiento, sin pasar por los conductos mecánicos de todo cantante. Una voz que sin volumen estremece (o precisamente por eso). Tuvo un magnetismo especial desde el principio, pero en los últimos años era sublime, como si toda su sensibilidad, su interpretación, se hubieran abierto camino de una manera aún más poderosa, convirtiéndose en la esencia de su existencia, dejando atrás cualquier otra consideración mundana incluido su propio cuerpo cansado. Esa aparente fragilidad no hacía más que ampliar, exaltar su poesía y su música. Aquí estás Antonio".
[Redacción Nuevaola80. Pedro J. Pérez]
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