En la encrucijada valenciana entre los años setenta y los ochenta, el punk brotó como una pulsión principalmente estética por la que pocos transitaron. En una ciudad sin industria musical, que se movía por el camino del folk de raíz autóctona, algo de rock progresivo y el novedoso tecnopop, unos chavales de Benetússer y Alfafar llamados José Manuel Casañ, Santi Serrano y Emilio Doceda formaron, en el verano de 1981, Paranoicos, el germen de Seguridad Social.
“Un profesor de mi colegio era aficionado a la guitarra, así que decidió montar un grupo infantil de música y nos bautizó como Los Pequeños Ruiseñores, ¡manda narices! Yo tenía seis años, en el recreo ensayábamos y luego cantábamos en los cines de Benetússer. Ese gusanillo se quedó y cuando en mi casa sonaba Bruno Lomas por la radio, yo pillaba el cepillo del pelo de mi madre e imitaba al de Xàtiva. Después, a los trece años monté otro grupo para hacer de Judas, el personaje más roquero en Jesucristo Superstar, y tuve muy claro qué quería ser. Fue algo premonitorio, aunque muchos nanos lo hacemos, pocos lo cumplen, y en mi caso lo logré. Si lo piensas, empecé de crío y no he tenido un momento de parón en mi carrera”, recuerda Casañ, líder de Seguridad Social. Benetússer, situado en el cinturón sur de Valencia, al otro lado del nuevo Turia y la V-30, fue durante la segunda mitad del siglo XX un potente núcleo industrial especializado en la fabricación de muebles, pero también en las destilerías y los talleres agroalimentarios. “Era un sitio muy tranquilo en los setenta”, indica Casañ, “estaba todo el día jugando en la calle y luego pasamos a los futbolines, la niñez típica en un pueblo, hasta que llegó la heroína en los años ochenta. Aquella década fue muy molona y parece idílica, pero fue difícil, hemos idealizado aquel tiempo porque éramos jóvenes y el cerebro lo edulcora para mantenernos sanos, pero mi adolescencia fue dura. Me sentía fuera del mundo, no me identificaba con mi circunstancia y de alguna manera eso me llevó al punk”.
Entre las primeras influencias del compositor se encontraban los Beatles, Nino Bravo y Bruno Lomas, junto a la poesía romántica de Béquer y del Siglo de Oro. “Mediante esa inquietud por expresarme a través una banda de rock llegué a la escena punk por el Tercer Programa de Radio Nacional donde sonaba algo desde 1979, por las revistas musicales y sobre todo a través de las tiendas de discos. Y así nació Paranoicos. En aquella Valencia de 1981 nos juntamos un montón de tribus urbanas minoritarias en los escasos espacios musicales que existían. Punks, mods, heavys, rockers, skins y progresivos acudíamos a los mismos locales de ensayo del barrio de Campanar y a los mismos bares de El Carmen. Fue divertidísmo y nos llevábamos casi bien. Los garitos se adaptaban a las necesidades del público y el ocio fue evolucionando conforme los chavales habitábamos sus locales. Después de una bronca, a altas horas, en el bar Tres Tristes Tigres de la plaza Santa Cruz de Valencia, solucionada con dos palabras y tres guantazos, pasamos por el ambulatorio de Benetússer y vi el letrero de la Seguridad Social. Como en la época se llevaban este tipo de nombres oficiales: The Police, 999 o UB40, decidimos rebautizarnos”, rememora el vocalista.
La primera maqueta de Seguridad Social fue un ejercicio de punk al uso. Títulos como 'Mata a un jubilado', 'Mi almohada está preñada' o 'Frida es del K.K.K.' reflejaban los dictados foráneos de Ramones y Sex Pistols. “Jamás pensamos en durar mucho tiempo. Era pura diversión juvenil junto a otros grupos punkis como Interterror o los pioneros del reggae valenciano Jah Macetas”, cuenta Casañ, “nos juntábamos en Nou Café Concert a ver los conciertos de los grupos nacionales y pásabamos el rato sin ninguna pretensión. No éramos más de quince punkis en toda Valencia. Si querías intentar algo profesional había que pasar por Madrid, aquí los sellos independientes lo hacían por amor al arte, por la alegría de publicar un vinilo. Grabamos una maqueta en 1982, 'Konsspiración!', que no se editó, y fue el sello Dro, de Servando Carballar, quien desde la capital nos invitó a registrar algunos temas en 'Punk?, qué punk?' y 'Navidades radioactivas', dos discos conjuntos”.
Aquella cinta llegó a manos de Alfonso Olcina, empresario fundador del sello valenciano Citra, que les propuso registrar un maxi. Con Casañ en Madrid cumpliendo el servicio militar y Rafa Villalba a la batería, se realizó aquel debut discográfico del que surgió su primer himno: 'Comerranas'. “A finales del 82 firmamos con Citra y marché a la mili. Lo bueno es que descubrí Madrid, me pude escapar para ir a conciertos en Rock-Ola y vivir aquel ambiente. Un año después grabamos nuestro disco debut, 'En desconcierto', en directo desde el Nou Café”, incide el de Benetússer. Uno de los puntos de inflexion de la banda llegó en 1985 con el segundo puesto en el Festival de Benidorm. La noche anterior a la final llovieron colchones, televisores y muebles sobre la piscina del hotel que acogía a los participantes. “La primera fase fue un concurso nacional de maquetas. Tocamos en Pachá y ganamos la edición valenciana, así que llegamos a Benidorm por petición popular. El invitado estrella del evento era Joe Cocker y como en nuestro camerino no había ni una cerveza nos colamos en el del británico y nos llevamos un botín hasta que nos echaron de allí. Los primeros contactos con ejecutivos de discográficas importantes ocurrieron en las discotecas de Benidorm, pero el director de nuestra compañía no les hizo ningún caso, no les dejaba entrar al camerino, y eso nos molestó. Veníamos calentitos, montamos una fiesta con el resto de grupos y nos expulsaron del hotel. Éramos muy burros”, explica Casañ. El contrato firmado tres años antes incluía una claúsula vitalicia con el sello de Olcina, que resolvieron grabando un disco más en Citra, 'Solo para locos', que contenía la espléndida 'Condenado a vivir', a cambio de la carta de libertad.
En 1988 aparece la primera obra rotunda de Seguridad Social. En 'Vino, tabaco y caramelos' el punk es una actitud pero ya no un corsé de estilo monolítico. El rock clásico impregna el álbum, gritan 'Todo por el aire' junto a Bruno Lomas, al que rescatan del olvido, y rapean 'Que te voy a dar' a lo Aerosmith/Run-DMC. “Todo el dinero que ganamos en 1987 lo invertimos en autoproducir el disco y en el videoclip 'Que te voy a dar'. Fue un pelotazo que atrajo a las discográficas EMI, CBS y Polygram, aunque optamos por Gasa, luego absorvida por Warner, y estos lo reeditaron. En 1990 publicamos 'Introglicerina' con Andy Wallace a los mandos, venía de trabajar con Slayer y Aerosmith, y tuvimos la suerte de que el productor americano estaba de jaleos con su mujer y quería poner tierra de por medio, así que cruzó el charco. Tras aquel disco cambié la formación del grupo”, explica el letrista. Desde el origen hasta hoy, por Seguridad Social han desfilado alrededor de veinte músicos distintos con un líder carismático como única constante. Estas idas y venidas se explican, además de por las clásicas desavenencias en la convivencia, por las variaciones estilísticas que el compositor introdujo a lo largo de estas décadas. Cristóbal Perpinyà comandó la guitarra en la segunda mitad de los ochenta, mientras que su sustituto, Alberto Tarín, permaneció en la banda durante los años álgidos de popularidad y ventas, entre 1991 y 1997, siendo el coautor de 'Quiero tener tu presencia' y 'Me siento bien'. “A principios de los noventa me ofrecieron la posibilidad de unirme al grupo y en el estudio todo fue rodado. Mi estilo era distinto al sonido duro de Seguridad Social en los ochenta, para mí 'Rock & Roll Animal' de Lou Reed es el límite de rotundidad en una guitarra. Yo venía del reggae y de la música caribeña de Jah Macetas y me identificaba con un rock cercano a lo latino”, rememora Tarín.
Aquel cambio estructural fue definitivo para el giro copernicano de Seguridad Social en la nueva década. Antes que ellos, otros roqueros como Víctor Coyote y Santiago Auserón habían introducido los sonidos de raíz latinoamericana en el rock español. A esta querencia transatlántica sumaron la rumba para lanzar 'Que no se extinga la llama', álbum adelantado por el single 'Chiquilla': la canción que sigue definiendo al grupo más de treinta años después. “No íbamos a hacer punk-rock toda la puñetera vida. La actitud la mantuvimos pero quería, sin perder ese espíritu rebelde, mezclar otros sonidos. A principios de los 90 la música ya era global y tuve acceso a otras sonoridades, manteniendo las aceleración del punk anglosajón, pero incorporando elementos propios, como la rumba”, relata Casañ. El trabajo fue disco de oro y la gira los llevó por el viejo y el nuevo continente. En el concierto de Fallas de 1992, en el Paseo de la Alameda de Valencia, congregraron a más de 250.000 personas. “Montaron tres refuerzos de sonido en la Alameda. La multitud no acababa en mi horizonte y era curiosísimo porque mientras cantaba veía las palmas conforme la gente iba escuchando, no iban al unísono. Aunque aquella gira viajamos por Europa, Estados Unidos, Colombia, Argentina o México, lo de nuestra ciudad fue brutal”, comenta el compositor.
Con 'Furia Latina', en 1993, incidieron en el rock de mestizaje y el intercambio cultural, superando las ventas del anterior álbum, y durante aquella década postrera del siglo XX, Seguridad Social fue el grupo valenciano más popular del país. Tras los años, continúan girando a ritmo estajanovista. “Si algo tuve claro siempre es que hay que cambiar. No soy el mismo que hace 30 o 15 años y hay que añadir lo aprendido, ya sea folklore mediterráneo, rumba, música latina”, cuenta Casañ, “la gira de aniversario tendrá unas 70 fechas, pero no es un fin de gira, porque no cerramos nunca, somos como Dylan y su filosofía del tour interminable. Cuando el grupo pregunta cuándo empiezan las vacaciones, les respondo que cuando no haya conciertos, y siguen saliendo bolos, así que continuamos la marcha. Tenemos la maleta siempre dispuesta”, concluye Casañ. El colofón a los cuarenta años de carrera tendrá lugar el 9 de marzo de 2023, en los Jardines de Viveros de Valencia. Seguridad Social celebrará junto a Sole Giménez, Carlos Goñi, Miguel Costas, de Siniestro Total, y Javier Ojeda, de Danza Invisible, entre otros músicos afines, un fin de fiesta en el que la tecnología rescatará a Nino Bravo para facturar duetos que el tiempo cronológico negó.
[Fuente: Víctor López Heras para elconfidencial.com -Enlace original-]
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