Según nota de prensa:
Tiene mucho de regreso a las estructuras pop de sus discos de los 90; y eso sin prescindir de la complejidad y madurez de su trilogía en inglés, la de "Frozen pool" (2001), "Foreign land" (2002) y "Continental 62" (2006). Podríamos verlo como una secuela, once años después, del ya fantástico Cerrado, con la ventaja de la experiencia; o quizá de "Mi pequeño animal" (1994), porque desde aquél no publicaba Rosenvinge un álbum completo en castellano. También podríamos decir que con "Tu labio superior" estamos ante el consabido disco de madurez, pero vamos a pasar de ello porque la madurez no suele incluir tanta intensidad ni tanto vértigo.
Con una banda espléndida formada por amigos americanos –Steve Shelley (Sonic Youth) en la batería; Chris Brokaw (ex Come) en guitarras y bajo; Jeremy Wilms en bajo, contrabajo y guitarra– y su inseparable hombre orquesta Charlie Bautista, nuestra cantante-compositora más sofisticada ha grabado una obra intensa, palpitante y viva, de ésas que no pueden usarse como fondo para cualquier otra acción porque se tragan toda la atención. Es así, con tanta emoción te acorrala. Suena rotundo pero también vulnerable, como se espera que suene un disco grabado y mezclado casi por entero en Hoboken, Nueva Jersey, hogar de Yo La Tengo.
Fue en la también ciudad de Frank Sinatra donde Christina pudo dar las rasposas, vehementes formas que buscaba –ella es productora– a diez temas propios y uno tomado prestado: el blues de Leroy Carr "In the evening", según la versión que escuchó tocar a Brokaw y Jeff Farina en el Tanned Tin del 2007. En sus manos se convierte en número pop misterioso, ensoñador e intemporal, como de Julee Cruise en el bar Jack el Tuerto de Twin Peaks. Otras canciones ("Negro cinturón", "Anoche", "Animales vertebrados") suenan a cabaret berlinés, Kurt Weill, Bertolt Brecht, música para supervientes, irónica, ligera y al tiempo brutal. En "Eclipse", como en el inolvidable "Tok tok" de "Continental 62", la voz cumple una función más rítmica que melódica y nos arrastra por el suelo en actitud humillante hasta un éxtasis gainsbourgiano.
Los juegos de poder entre amo y esclavo, pero también un despecho teñido de nostalgia ("La distancia adecuada", "Nadie como tú"), el episodio de furia hormonal ("Tres minutos"), un solipsismo fatal ("Las horas") o el caos sentimental ("Anoche") conforman el nebuloso paisaje literario: un mundo de adultos tan dolientes y egoístas como adolescentes, de heridas y rondas nocturnas, de bajos instintos que se disfrazan de cualquier otra cosa. Ella que estaba tan cómoda en la grada se encuentra de nuevo en la pista del circo, haciendo cabriolas entre los trapecios.
Bueno, tantos saltos adelante o triples o cuádruples pueden valer la pena si luego surge un disco como "Tu labio superior".
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