Foto: Miguel Trillo |
Porque La Movida madrileña siempre vuelve.
De hecho, hoy es un recuerdo de una etapa de nuestras vidas que no encuentra paralelismo en la España de este 2019 (el contexto sociopolítico es diferente, por simplificar); es un recuerdo que cobra vida a través de los fanzines que se conservan –ahora como objetos de coleccionista–, de los discos que aún hoy suenan frescos, de las películas que son reflejo de la época, de aquel arte que le dio un nuevo sentido a la palabra modernidad. Un recuerdo que resurge a través de sus testigos, de esos cómplices de una década en la que Madrid devino por momentos en la capital mundial de la cultura underground. Testigos como Alberto García-Alix, Ouka Leele, Pablo Pérez-Mínguez y Miguel Trillo, cuyas fotografías son máquinas del tiempo que nos transportan a un pasado en donde confluyeron hedonismo, creatividad, excesos y (ganas de) libertad; el trampolín de una democracia que se sacudía los demonios que la habían mantenido atrapada durante cuatro décadas.
Como si fuera un paño con el que quitarle el polvo al cristal que intermedia entre nosotros y nuestro pasado, la fundación Foto Colectania (Passeig de Picasso, 14; Barcelona) propone desde este 17 de octubre la exposición "La Movida. Crónica de una agitación. 1978-1988", una muestra que reúne el trabajo de los cuatro fotógrafos clave para entender –a través de cuatro miradas muy diferenciadas– este momento histórico (comisariada por Antoine de Beaupré, Pepe Font de Mora e Irene de Mendoza, llega a España tras haber sido presentada este verano en el festival francés Encuentros de Arlés).
"Es la primera vez que se hace una expo de la Movida desde el punto de vista de la fotografía. Parece mentira que hayan tenido que pasar tres décadas. Eso dice mucho de nuestro interés por la cultura urbana. No me imagino, por ejemplo, que en Italia no hubiera habido una muestra de la Dolce Vita y sus paparazzi en treinta y tantos años", nos cuenta Miguel Trillo, retratista de la calle, de la juventud y de las tribus urbanas.
"Tras Arlés, comienza su itinerancia en Barcelona, aunque la idea es que viaje a otros países en los próximos meses", afirma Rocío Pérez-Mínguez (sobrina de Pablo y encargada de gestionar la obra de su tío, fallecido en 2012), que añade: "La Movida no pasa de moda; es un movimiento que sigue interesando. Fue una bocanada de aire freso. La ausencia de normas de la década de los 80, el todo vale, contrasta con lo políticamente correcto de hoy en día. La libertad siempre es atractiva, y por eso la Movida fascina como lo hace". García-Alix, por su parte, considera que esta crónica visual aporta valor a "la narrativa de aquellos días" porque recoge "la aportación a un imaginario vital de cuatro fotógrafos que no sólo estuvieron presentes durante aquel momento, sino que también ayudaron a darle forma como protagonistas". Ouka Leele, cuya heterodoxa propuesta la aleja de cualquier canon, se pronuncia en esta misma línea: "Ofrece la visión de los que de verdad estuvimos ahí; es importante que se tengan en cuenta los testimonios de quienes hemos conocido el fenómeno desde dentro".
La Movida se define por sus artistas (Kaka de Luxe, Alaska y los Pegamoides, Nacha Pop, Los Nikis, Zombies, La Mode, Derribos Arias…), por sus fortines (El Sol, La Vía Láctea, el Rock-Ola, El Penta…), por sus portavoces (Jesús Ordovás, Óscar Mariné, Paloma Chamorro, Francisco Umbral…), por sus acercamientos a los medios de masas (Radio España, La bola de cristal, La edad de oro…), por Pedro Almodóvar e Iván Zulueta y por los murales de Muelle. Por todo eso y por mucho más.
Pero no hay que olvidar que la Movida también se define por los excesos, por la heroína y por el sida. Por las secuelas que dejó en una generación de adolescentes y jóvenes madrileños. Y por el drama que desató en las familias de quienes no vivieron para contarlo. Las sombras de un mito que sigue despertando una fascinación irresistible en quienes lo conocieron y en quienes se acercaron a él con la perspectiva que da el tiempo. "Representábamos la caída de la última dictadura que quedaba en la Europa Occidental. La Movida es patrimonio de la Europa de las libertades, de la Europa moderna", explica Miguel Trillo, que agrega: "Dejó un reguero de jóvenes víctimas de sus propios excesos, pero también un gran patrimonio artístico: Guillermo Pérez Villalta, Ceesepe, Almodóvar, Radio Futura… Como la Belle Époque de París, la Movida también atrajo a sus artistas. Francia siempre lo ha sabido vender muy bien, pero nosotros en cambio parece que seguimos acomplejados".
Porque, como el Swinging London o el Nueva York de Warhol y la Factory, la Movida madrileña nació como respuesta a una época gris (la Segunda Guerra Mundial o la Guerra Fría en los casos citados). Tras décadas de ostracismo, el Madrid de la Transición –y de Tierno Galván– le abrió los brazos a esa generación de chicos y chicas con querencia por la experimentación, la vanguardia y el placer. "La palabra que mejor define el movimiento es libertad", asegura Ouka Leele, que añade: "Hay un poema de Paul Éluard que podría ser su manifiesto perfecto, ya que dice que la libertad en estado puro produce una irresistible atracción y un amor profundo. Yo creo que nosotros pudimos conocerla y enamorarnos de ella, lo cual es un privilegio". "De salida, fue una eclosión juvenil en un tiempo de esperanza; un golpe de vitalidad en una España que salía de una dictadura", explica García-Alix. "Con el tiempo, en menos de una década, demostró ser también uno de los elementos clave del motor de cambio de la sociedad española", remata el Premio Nacional de Fotografía (1999).
La muestra de Foto Colectania, que estará abierta hasta el 16 de febrero del año que viene y que también incluye memorabilia con forma de vinilos, fanzines o carteles, así como diversas proyecciones de actuaciones musicales, pone en valor el trabajo de los cuatro autores aquí citados. "Mi obra es una ventana abierta a aquellos días; una parte de toda esa épica la retraté de un modo tan personal que sin mí no se hubiera contado de la misma manera", asume García-Alix. "Pablo solía definirse a sí mismo como un fotógrafo pop, 'kitsch', místico, conceptual, 'underground' y 'happening", nos cuenta Rocío de su tío. "Él formó parte del núcleo duro de Casa Costus [en Malasaña; hogar de los artistas Enrique Naya Igueravide y Juan José Carrero Galofré, epicentro del movimiento y plató de 'Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón']; de ahí su inmenso archivo. Mi tío siempre tuvo como objetivo retratar a todos los personajes que guardaran relación con la Movida, ya fuera en su estudio o en los sitios de moda".
Ouka Leele, en cambio, no se ve como una fotógrafa al uso, sino como "una trucha resbaladiza difícil de clasificar": "En realidad, yo me dediqué principalmente a crear imágenes icónicas [pintando a mano imágenes en blanco y negro con acuarela, por ejemplo]". "Yo salía por las noches con la cámara al cuello a levantar acta de los conciertos, las fiestas y el frenesí de los locales. Me gustaba pasar desapercibido para conseguir imágenes que eran el reflejo cotidiano de unas ganas enormes por vivir", dice Trillo, que concluye: "Estrenar libertades era algo irrepetible, fue como poner el cuerpo al día después de muchas restricciones franquistas. Y todo con unas canciones pop de fondo muy atractivas. Lo cierto es que cada uno de nosotros trabajamos a nuestra manera, pero entre todos creamos un caleidoscopio que funciona muy bien. Convertimos la cámara en un arma visual; en una herramienta vital".
[Fuente: Jesús Merino López para Revista GQ -Enlace original-]
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