Foto: rtve.es |
"No hemos sabido articular un discurso capaz de llegar a las pequeñas minorías que conforman una mayoría", aclaraba este periodista de máximo prestigio entre los del propio oficio. "No conectamos con gente que no tiene tanto tiempo como nosotros para seguir novedades y artistas", añadía y dejaba apuntado: "Algo ha fracasado en nuestra capacidad de comunicación cara al público". Buceando en las raíces del fracaso, Manrique recordó que durante años el periodismo musical fue una plataforma por la que "periodistas ambiciosos saltaban a otro mundo". Como ejemplos, puso a Luis Mariñas, Luis del Olmo o José María Iñigo. Este último se hizo famoso por presentar a otro tipo de "artistas", como Uri Geller, que doblaba cucharillas sin tocarlas en televisión.
Al final, "nos hemos quedado los más cabezones y empeñados en que la música pop es demasiado seria para tomársela en broma", dijo con un deje de melancolía. "Llevo 40 años y prácticamente me he quedado solo respecto a mi generación", concluyó en este apartado este periodista nacido en un pueblo de Burgos en 1950.
La idea de El Ambigú, el programa de Radio 3 que le dio una popularidad añadida y no tuvo un buen final, era ofrecer "entremeses fríos y calientes”, como el propio nombre sugiere. "Era tan bonito y personal que en algún momento decidieron que disfrutaba demasiado haciendo aquello y se cargaron el programa", manifestó. "¿No vale pasarlo bien?", inquirió Luis Puig. "En el stablishment hay un corolario consistente en que los programas musicales de radio se hacen con la gorra”. Un ejemplo. Fernando Argenta, director de Clásicos populares y El conciertazo le dijo "lo que haces tú es sentarte y empezar a poner discos". Suspira Manrique: "Si ni siquiera quien fue guitarrista de Micky y los Tonys [grupo de rock de los sesenta] entiende lo que hay detrás de un programa de música pop, lo tienes difícil". Una de las cosas que le daba "mucha energía" era ir detrás del programa de Ramón Trecet. "Tener un talibán a tu lado te da energía".
También se refirió a una "especie de sordera del mundo intelectual respecto a la música popular", característica que viene de lejos y le retrotrajo a sus orígenes como periodista que abandonó la carrera de Derecho al ser aceptado en la revista Triunfo tras constatar "el bajísimo nivel que había en las publicaciones" y escandalizarse por algunos “artículos que se podrían calificar más que ignorantes” sobre la cultura rock. “No pueden escribir esto porque aunque tengan las firmas más prestigiosas; los artículos son deplorables”, les vino a decir. "Escríbalos usted si es capaz", le vinieron a contestar. Y lo hizo.
No quedaron mejor parados la mayoría de los políticos, incluido Tony Blair que tuvo su propio grupo de rock en su juventud. Y no digamos David Cameron, que presumió de ser seguidor de los Smiths. "Puro marketing político", remató.
Sugiere a los periodistas usar la Wikipedia y en general la Red con comedimiento. "Si usas las mismas fuentes que los demás, los artículos se parecen unos a otros", dijo, y apostó por contar “cosas que uno ha vivido y ha apreciado con sus propios ojos”.
Uno de los capítulos del libro Jinetes en la tormenta está dedicado a artistas afroamericanos. Subrayó la cantidad de "artistas blancos que están trabajando sobre hallazgos de artistas negros" y explicó que ese capítulo es "una forma de reivindicar ese papel". Otro está dedicado a artistas raros, malditos e insumisos. Fue desmitificador con eso: "Tienen una vida fascinante, pero son duros para convivir con ellos" y contó anécdotas personales y dolorosas con Poch, de Derribos Arias. “Me pone de los nervios la fascinación ciega que hay en el mundo del rock por algunos personajes que están en la frontera de la locura”. Puso como ejemplo a Daniel Johnston.
Las conversaciones con Diego A. Manrique suelen estar llenas de anécdotas jugosas y argumentos contundentes. Esta, moderada por el vicerrector de Cultura, Antonio Ariño, no fue menos. Una de las hilarantes fue la referida a Lauren Postigo, "crítico musical e impulsor de la copla andaluza", según se lee en Wikipedia. Era "el moderno" del sello Discophon, que publicó a Dylan en España en los setenta. Discopohon se hizo con los derechos para España de Fania Récords, sello de salsa por excelencia y lo que hizo Postigo para celebrarlo y promocionarlo, recordó Manrique, fue invitar a todo el mundo a "una cena medieval". ¿Hay quien dé más?
[Fuente: Juan Manuel Játiva, El País]
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