3 ene 2025

Diego A. Manrique cierra 2024 con un artículo dedicado a Enrique Urquijo

Desde el Diario de Burgos, el bien conocido periodista musical Diego A. Manrique cierra el año periodístico con un artículo que titula 'La noche que murió Enrique', en el rememora el trágico desenlace del que fuera líder, compositor y voz de Los Secretos, hace ya 25 años.

La noche que murió Enrique

En la redacción de El País, monitoreaban la radio de la Policía. Me llamaron una noche de 1999: escucharon que en la calle Espíritu Santo había aparecido un cadáver, con documentación a nombre de Enrique Urquijo. Como yo vivía cerca, me pidieron que comprobara si se trataba del cantante de Los Secretos. Efectivamente, lo era.

Tuve que avisar a gente de su discográfica; me resultó chocante que recibieran la noticia con fatalismo, como si lo estuvieran esperando. En su libro 'Enrique Urquijo: Adiós tristeza', Miguel Ángel Bargueño pinta aquellas horas posteriores en Malasaña como un cónclave de buitres de la industria musical, prestos a repartirse el legado del difunto. No lo recuerdo yo así.

Entre el océano de sentimentalismo posterior, notas discordantes. Antonio Vega, encallecido compañero de adicciones, retrataba a su amigo como un tipo poco valiente, incapaz de visitar los temibles poblados de la droga, donde se pillaba mejor material y a precio más bajo. Álvaro Urquijo, su hermano menor, empezó una cruzada para borrar el estigma de yonqui muerto por una sobredosis de heroína. Cierto, fue una combinación de pasta de cocaína (fumada) y tranquilizantes pero eso nada cambia en lo esencial.

Se me ocurren mejores enseñanzas de su vida. Primero, la doble militancia, en Los Secretos y, con un repertorio que miraba hacia Hispanoamérica, en Enrique Urquijo y Los Problemas. Si Santiago Auserón hubiera usado la misma fórmula, compaginando Radio Futura con Juan Perro, todos habríamos ganado. Segundo, era buen descubridor de música. Pocos colegas suyos de generación escuchaban a los Flying Burrito Brothers, cuyo 'Close up the honky tonks' transformó en 'Cerrar los bares'. Más audaz fue nacionalizar la angustiosa 'Carmelita', de Warren Zevon, que además personalizó dirigiéndosela a su hija, 'Agárrate a mí, María'.

La facción dura de la Movida anatemizó a las bandas más pop -de Secretos a Nacha Pop- como 'los babosos', cuando la realidad es que algunos de aquellos músicos adustos vivieron existencias más extremas que las de esos supuestos 'auténticos'. Ah, se relacionaba a Enrique con los banqueros Urquijo. Y no: su padre era ingeniero de caminos, clase media acomodada pero en absoluto millonarios.

Enrique no destacaba por su locuacidad. Coincidíamos en las actuaciones de Boleros Bengalíes, grupo atípico encabezado por un arpista, Liberto Villagrasa; eran fijos en Ambigú, club madrileño en el que yo estaba implicado. Ofrecían un repertorio mayormente iberoamericano, que influyó en la orientación de Los Problemas. De hecho, Enrique ejercería de productor en su debut para el sello Pasión, que pasó desapercibido, aunque contara con la participación de (casi) todos Los Secretos de 1990.

Pero lo que mejor definió a Enrique fue su colaboración con Sabina. Joaquín le pasó unos versos que podían servir para desarrollar una canción y, cada cual por su cuenta, se pusieron manos a la obra. Sabina facturó 'Y nos dieron las diez', triunfal fantasía de seducción de una camarera, con escándalo público al año siguiente. En 'Ojos de gata', Urquijo no se muestra nada heroico: conquista a la chica, pero se queda KO en el momento decisivo. Cierra con una confesión devastadora: 'Comentó por ahí/ que yo era un chaval ordinario/ pero cómo explicar que me vuelvo vulgar/ al bajarme de cada escenario'.

Diego A. Manrique.

[Fuente: diariodeburgos.es -Enlace original-]

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