“Un metro cuadrado
de tierra es bastante
un metro cuadrado
con tapia de piedra
todo él rodeado...”
Así empezaban a cantar Vainica Doble en 1970 y así, con esos mismos versos fúnebres y vitales a un tiempo, quiero imaginar que cerró sus ojos Gloria Van Aerssen el pasado jueves 22 de octubre. Día triste en el que la segunda Vainica (Carmen Santonja falleció en 2000) nos hizo volver a llorar, esta vez con menos consuelo que nunca, por protagonizar una noticia que nunca debió llegar. Aunque lo cierto es que tras el deceso de Carmen, como no podía ser de otra forma, ya estaba claro que las cosas no volverían a ser iguales nunca más. Nunca más. Nunca, nunca...
“Un metro cuadrado
sembrado de hierba
y en él recostarme
un poco encogida,
rozando la piedra...”
De Gloria, en cierto modo la voz “madura” vainiqueña, se han repetido hasta la saciedad sus peculiaridades familiares: descendiente por vía materna de banderilleros vagabundos, hija de un noble holandés mudado a Andalucía en plan bohemio y chisgarabís, bisnieta del pintor Eduardo Rosales, prima en grado quinto o sexto –tanto da- de Audrey Hepburn, casada con otro pintor de postín (Juan Ignacio de Cárdenas) y madre ya de cuatro hijos cuando empezó a grabar... todo muy apto para encuadrar un mito, pero nada comparable a la adoración, estrictamente por la vía del talento musical, con la que dejó embobados y embelesados a varias generaciones de españolitos.
“Sobre mi cabeza
será el cielo mío,
todo el cielo propio...
y podré mirarlo
sin pedir permiso
con un telescopio,
y bajo mis pies
un metro cuadrado
de mi propia tierra
para que me entierren
bajo la maleza...”
En realidad, lo que queda de Vainica Doble es eso: las canciones. Las melodías y letras de una trayectoria guadianesca de cuyo legado se queda aquí, a nuestro lado, en sus ocho elepés oficiales publicados a lo largo de 30 años, junto a media docena de deliciosos singles y epés, más unos cuantos recopilatorios de rarezas y remakes –aquí valen lo mismo los legales que los semipiratas- y un montón de piezas de todo pelaje desperdigadas en películas y series de televisión que, a día de hoy y que se sepa, están sin catalogar ni publicar debidamente y en condiciones. Eso y la displicencia paternalista mal entendida que les dispensó una industria discográfica medio lela como la que tradicionalmente ha mandado en estas tierras, terminó por hundir cada conato de éxito que Vainica Doble dejaban asomar en forma de canciones inolvidables: desde aquel primerizo “Caramelo de limón” hasta ese cierre que marca “El paisaje” en su álbum final “En Familia”, la trayectoria de las dos hadas de la canción española es sencillamente apabullante. Y para eso basta oir “El niño inseminado”, “Coplas del iconoclasta enamorado”, “Dime Félix”, “La ballena azul”, “Taquicardia”, “El tigre de Guadarrama”, “Déjame vivir con alegría”, “Elegía al jardín de mi abuela”, “Fulgencio Pimentel”... Digámoslo ya: nunca se ha hecho nada igual, tan suave, tan excelso, tan duro y tan irritante a la vez como lo que estas dos mujeres fueron capaces de hacer. A través de ellas se unen nombres que las admiraron por la mejor vía, la de la colaboración, en una lista insólita que incluyen caracteres tan dispares como Smash, Family, Joaquín Sabina, Emilio Cao, Ella Baila Sola, Le Mans, Hilario Camacho, la saga Berlanga/Canut al completo, Radio Futura, Caballero Bonald, Sherpa, Sisa, La Buena Vida, Cristóbal Halfter, Borau, Luis Pastor, La Mode, Mecano, Jaime de Armiñán, Las Chinas, Juan Carlos Eguillor, Lejos de Allí, Manolo Díaz, Nuevos Horizontes, Germán Coppini, Clavel i Jazmín, Alejandro Sanz, Asfalto, Juan Echanove, Suburbano, Miguel Ríos, Aute... y podríamos seguir durante horas. ¿Un milagro? Quizá el único milagro posible esté en sus canciones, de un lirismo inclasificable, excéntrico y atrevido como pocos, y que eso haya logrado, por una vez, poner de acuerdo y en una misma dirección a talentos tan contradictorios como los arriba citados.
“...Se escucha el cuclillo
Oculto en la parra
un cri-cri acompaña
su canto sencillo,
son hermano grillo
y hermana cigarra...”
Los fans de Vainica no serán muchos, pero si de algo no cabe duda alguna es que son los mejores que un grupo jamás pudo tener. Fueron el grupo amigo-amado definitivo, si me permiten. Hace muchos años Fernando Márquez dijo: “El día en que Vainica Doble cumplan su eternamente prometida jubilación se habrá iniciado el fin del mundo”, y no seré yo quien le lleve la contraria. Ese día ya llegó cuando se nos fue Carmen, y ahora llega la noche con la despedida de Carmen. Pero aún así, con todo y con eso, las Vainica son nuestras ya para siempre. Y al que lo dude, que calle para siempre o que vuelva a escuchar, en bucle y hasta el infinito, ese “Un metro cuadrado”:
“Que la gente sepa
que todo eso es mío
y nadie se atreva
a entrar sin permiso
y, dentro, un manzano
o tal vez una parra
para refugiarme
en su sombra en verano,
con una guitarra,
pues no cabe un piano”
(Hasta siempre, Gloria)
[Redacción Nuevaola80. Rafa Balbuena]
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