1 jun 2020

Rockuerdo Nuevaola80: El soberbio homónimo de Topo

Generalmente, el término ruptura se asocia por defecto al de trauma. Después, la experiencia vital nos demuestra que las fracturas de los elementos implicados no son necesariamente para mal, sino que dan rienda suelta a una libertad individual que satisface a unos y a otros, y es que hay veces que es contraproducente que haya más de un rey en un solo castillo.

En el caso que nos ocupa, si las divergencias y las luchas internas por imponer una línea estilística determinada y la insatisfacción que generó la grabación del primer Lp de Asfalto no hubieran concluído en la escisión de Lele Laina y José Luis Jiménez (nada más y nada menos que los dos cantantes principales) del grupo, los mortales no hubiéramos podido disfrutar no sólo de, con permiso del primer disco de Leño, dos discos fundamentales del denominado rock urbano sino de dos carreras que, con altibajos, se extienden con dignidad hasta nuestros días.

Laina y Jiménez reclutaron al malogrado Terry Barrios y a Víctor Ruiz y en tiempo récord formaron Topo con el afán de desarrollar las inquietudes que, por los motivos explicados, no tenían cabida en Asfalto, aunque, a decir verdad, tampoco eran tan antagónicas a las del grupo que pasó a liderar Julio Castejón, de lo que se deduce que los egos también tuvieron algo que ver en la huída.

El por otros discos denostado ("Más madera" de Leño; "Nacha Pop" ...) y curtido en mil batallas musicales mucho antes de ser pasto de tribunales por su gestión al frente de la SGAE Teddy Bautista fué elegido para la producción y su labor en este caso no pudo ser más afortunada, el disco, aún ahora, suena como un tiro y se nota que supo captar a la perfección las pretensiones del grupo, logrando una cohesión infrecuente para la variedad de registros temáticos que abarca, las canciones enlazan unas con otras formando un todo indisoluble que es lo que precisamente lo hace exquisito.

Otro de los aciertos fue la portada, una de las más logradas de la música española, no hay nada más urbano y apropiado que el anagrama del metro de Madrid para reflejar con exactitud lo que se esconde dentro del continente, una declaración de intenciones a través de un elemento muchas veces recurrente en la música, el metro, para describir el tan insufrible como imprescindible modus vivendi de una gran ciudad como la capital del estado.

Centrándonos en el contenido, que se hace corto en los 7 temas que, aún largos en su desarrollo, lo componen, las letras fluyen entre el colegueo de barrio ("Mis amigos dónde estarán"), la introspección personal ("Autorretrato"), el rechazo al imperialismo yanki y a la iglesia ("Abélica";"La catedral"), el amarillismo alienante de la prensa ("El periódico") y la preocupación por la degradación por el medio ambiente y la evolución consumista que desglosan en la profética y maravillosa "Vallecas 1.996", toda una premonición a la que bastaría con cambiarle la fecha para conservar la vigencia, todos ellos vistos desde el prisma de la cotidianidad y el compromiso social, solamente así se podría logar un disco conceptual si no en la forma, si en el fondo.

En resumen, un disco elegante, soberbio, extraordinariamente ideado y ejecutado, exponente máximo de un estilo de vida, el urbanita, y de la forma de entenderlo, extrapolable en su descripción al extrarradio de cualquier gran ciudad y que conectó con toda una generación, aún no abducida por las tecnologías, que pasaba horas intentando "arreglar el mundo a golpes de futbolín".



[Redacción Nuevaola80. Aurelio Sánchez]

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