Foto: Luís Sevillano, El País |
Esta semana, Aparicio —su apellido real, aunque en su época de rockero latino también se utilizó su segundo apellido, Abundancia— ha juntado ambas facetas con la inauguración el miércoles -pasado- de la exposición de carteles 'Gira de pósters', en la librería Panta Rhei y un concierto, el jueves pasado en el teatro Nudo, con el que adelantará su próximo disco de canciones tradicionales, titulado provisionalmente 'Toneca y local': “Es un poco críptico, salvo para los de mi pueblo: en Tui llaman así a los portugueses, porque en Portugal hay muchos Antonios”, explica.
Criado en la misma raia (frontera), a Aparicio siempre le han interesado los intercambios entre ambos lados, y ha dirigido documentales sobre el estraperlo y sobre la concertina, el acordeón típico del norte de Portugal. En el álbum, que llegará en otoño, también habrá unas cuantas canciones lusas: “Hay una de Amália Rodrigues y una vira, que es la jota portuguesa... incluso una brasileña, de Roberto Carlos”, cuenta. “En un principio quería hacer cuatro singles (con canciones europeas, portuguesas, latinoamericanas y norteamericanas), pero era mucho lío. Al final estarán en un solo disco. He considerado canciones tradicionales tanto las que se pueden cantar en una fiesta de pueblo o cosas de tradición oral como temas que pueden haber sido éxitos de la música pop o ligera. Son cosas no muy conocidas y pasadas por mi rollo, a voz y guitarra, no voy a cantar como un bolerista, aunque cante un bolero”.
No debe resultar sorprendente que Víctor Aparicio rescate boleros o jotas portuguesas: desde el rockabilly crudo, casi punk, de Los Coyotes, fue evolucionando al rock latino cuando casi nadie se había percatado de las posibilidades de esa combinación. “Cuando empecé con lo latino conside-ré que si el [pianista de Nueva Orleans] Professor Longhair hacía rumba, ¿por qué tenía yo que pensar que la rumba no es rockera?”, reflexiona. “Hay una separación entre el rock y el resto de las músicas populares, para salvaguardar cierta forma de pensar, que si el rock es antisistema y tal. Pero el rock forma parte de las músicas populares”.
La fascinación de Aparicio por lo tradicional le ha llevado a crear proyectos casi de antropología musical como La pulga que salta, un espectáculo teatral para niños que contaba el viaje del ukelele desde Portugal a las islas de Hawái. Recientemente estrenó Foto Vieitez. Soutelo, sobre el fotógrafo rural gallego Virxilio Vieitez, coincidiendo con una exposición en la Fundación Telefónica: “Espero mover esa obra, porque al fin y al cabo va sobre un fotógrafo de pueblo. Gallego, vale, pero un fotógrafo de pueblo con el que se puede identificar todo el mundo. En España estamos muy acomplejados con esas cosas, no entiendo por qué lo local no puede ser universal”.
Obsesionado por esa globalidad de lo local, los carteles que diseña para sus conciertos —y que componen la exposición de Panta Rhei— incluyen casi siempre elementos característicos del lugar donde va a actuar: “Me planteé hacer uno para cada concierto, tratando de hacer un acercamiento al sitio al que voy”, dice.
Siguiendo con lo local, nada más cercano para Coyote que Malasaña, donde se hizo esta entrevista y donde vive desde hace 12 años: “Vivo más bien en Conde Duque”, puntualiza, “pero igual que ha habido una chuequización de Malasaña, ha habido una malasañización de Conde Duque. Antes era una zona más seria, como de militares. Bueno, aún me sigo encontrando de vez en cuando a Tejero cuando va a misa”.
[Fuente y enlace original: Darío Manrique, El País]
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