Mañana se cumplen cuatro décadas del mítico concierto homenaje a la figura de Canito, víctima de un atropellamiento en la Nochevieja de 1979. José Enrique Cano, "Canito" fue el batería del primigenio grupo de los hermanos Urquijo conocido como Tos, gérmen de Los Secretos.
La Escuela de Caminos era un auténtico hervidero multicultural y punto neurálgico de numerosas actuaciones en directo donde se dieron cita las primeras bandas de la nueva ola española. Allí sucedió lo que medios de antes y de ahora (algunos por tradición periodística, otros por corta-pega) convinieron en llamar "el bautismo de la movida madrileña", aunque el que suscribe se muestra un tanto reacio a que, el tan manido término, tuviera su particular pistoletazo de salida, tal día como mañana hace cuarenta años.
Hay muchas opiniones acerca del nacimiento de la movida como tal, una etiqueta controvertida y convertida en "marca registrada" de aquella época de desenfreno y efervescencia cultural que se produjo pocos años después de la muerte del dictador. España era gris (otro tópico) y con la apertura, lenta pero constante, a nuevas libertades de expresión, miles de jóvenes (de todo el país) se adueñaron de unas ideas que llevaron hasta la última consecuencia, de una capacidad de expresión con la que lograron revertir la idiosincrasia musical y cultural hasta entonces reinante, de una conquista del derecho a manifestarse tal y como lo sentían en el arte que fuere, sencillamente de llenar de color aquel espacio relegado a la canción de autor y melódica, a bandas de progresivo/sinfónico y a copleras varias. Toda una reconquista cultural de gran envergadura, aunque esta duraría, por suerte, algo menos de ocho siglos.
Pero esto fue, en realidad, la nueva ola del pop español, que si nos circunscribimos a Madrid, tuvo su punto de partida en colegios mayores, primeras salas de conciertos, y sobre todo, en la Escuela de Caminos de la capital. Luego vendrían las radios que fueron hormigonando el caracter del movimiento, para dedicar a cada evento el término "movida", algunos dicen que lo acuñó Ordovás, otros que Mariscal Romero, otros que Paco Umbral, otros que los propios jóvenes y principales actores de tamaña revolución.
El escenario de la Escuela de Caminos. Aquí fue donde tuvo lugar este macro-concierto (como dirían ahora), en el que participaron nueve formaciones, el sábado 9 de febrero de 1980. ¿Trascendental? A fin de cuentas fue un evento más, y así lo manifestaba Álvaro Urquijo en las páginas del libro de Salvador Domínguez "Los hijos del rock", "en realidad fue un concierto para amiguetes y por amiguetes. Si no llegan a venir los de Popgrama, que pusieron focos para poder filmarlo, no habría habido casi luces. Sólo tres o cuatro". A eso, no hay que olvidar que fue retransmitido en directo por Onda 2. El concierto homenaje a Canito fue un evento más que, junto a otros muchos menores, fueron forjando y consolidando lo que hacía algunos años se venía vislumbrando, claros indicios e inequívocas señales del surgimiento de una nueva era musical que desembocaría con el florecimiento de multitud de bandas y artistas a lo largo y ancho de la geografía española. Eso sí, que durante la tarde-noche de aquel invernal día de febrero se juntaran en un mismo escenario la flor y nata de los grupos emergentes, supuso sin duda alguna el despunte musical capitalino (¿por qué no haberlo llamarlo "despunte pop" en lugar de "movda madrileña"?, tampoco suena tan mal). El hecho es que ya todos queríamos ser "modernos", frente a los "carcas" (con todo el respeto) que representaban la parte más vetusta de nuestro rock. Pero ¡atención!, nada hubiera sido igual sin la aportación individual o colectiva de aquellas dos "facciones", y otras. Entre todos formaron la argamasa perfecta para que todo fluyera de modo natural, como si de una conjugación de efectos insconscientes, o si lo prefieren subliminales, se tratese.
Tos, Mermelada, Nacha Pop, Paraiso, Alaska y Los Pegamoides, Trastos, Rebeldes (versión Bólidos), Mamá y Mario Tenia y Los Solitarios fueron los protagonistas. Aunque muchos de los miembros de estas bandas ya forman parte de nuestro particular limbo musical (Enrique Urquijo, Antonio Vega, Carlos Berlanga, Eduardo Benavente, Manolo Mené, Antonio Yenes, Toti Árboles, Javier Furia, Javier Encinas, Pedro Antonio Díaz, ...), me quedo con la parte positiva, el mero hecho de pensar que, en la actualidad, todavía podemos gozar de músicos en activo que fueron participantes de aquel, ahora tan mediatizado, conjuro de 1980: Javier Teixidor, Olvido Gara, Daniel Montemayor, José María Granados, Nacho Canut, Álvaro Urquijo, Nacho García Vega o Fernando Márquez. Va por ellos.
[Redacción Nuevaola80. Pedro J. Pérez]
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