Acabo de comprarlo en una librería del barrio: el primer número de una publicación británica llamada 'Classic Pop'.
Consumidor compulsivo de revistas, es aproximadamente lo último que
imaginaba encontrar. Surge el escepticismo: no parecen buenos tiempos
para lanzar títulos musicales. Tras hojearla, cambio de opinión. Tiene
todo el sentido cubrir lo que el editor resume como música definida por
tres adjetivos: “ochentera, electrónica, ecléctica”.
Nada de artistas de culto o grupos malditos. Se refiere, por ejemplo, a los cinco Duran Duran, recién salidos de la peluquería y con sus mejores galas. También se dedican artículos extensos a Pet Shop Boys, Depeche Mode, Kraftwerk, ABC. Todos siguen en activo, girando y (con menos urgencia) grabando. Cuentan incluso con festivales especializados, como Rewind, Y acumulan ventas que hoy mismo, con el mercado en caída libre, parecen fantasías de ciencia ficción.
Nada de artistas de culto o grupos malditos. Se refiere, por ejemplo, a los cinco Duran Duran, recién salidos de la peluquería y con sus mejores galas. También se dedican artículos extensos a Pet Shop Boys, Depeche Mode, Kraftwerk, ABC. Todos siguen en activo, girando y (con menos urgencia) grabando. Cuentan incluso con festivales especializados, como Rewind, Y acumulan ventas que hoy mismo, con el mercado en caída libre, parecen fantasías de ciencia ficción.
Se tapa así un hueco. Tras la pista de Mojo, casi todas las publicaciones musicales adoptan hoy perspectivas historicistas. Pero suelen estar sesgadas hacia los sonidos nobles favoritos de la crítica: la psicodelia, el Brill Building, el soul, el primer indie, el pop californiano, el freak folk. En comparación, el tecno pop tiende a ser despreciado. Ha envejecido mal: sus ritmos programados dañan los oídos, sus sintetizadores ejercen de pavos reales, sus estilemas fanky parecen pasteurizados...¡y no hablemos del look! Todo lo sitúa en una época políticamente conservadora en el Reino Unido, que Neil Tennant enmarca entre el fin del punk y el concierto de Live Aid.
La primera mitad de los ochenta, pues. Vacas gordas para la industria musical británica, que flexionaba sus músculos y exportaba al resto del mundo. Un proceso mucho más industrial que en los sesenta. Los artistas contaban con equipos extensos: productores, músicos de estudio, diseñadores, estilistas, realizadores de video, los periodistas de Smash Hits!. Uno de ellos, Dave Rimmer, acertó al titular su libro sobre 'Culture Club: Like punk never happened'.
Como si el punk nunca hubiera ocurrido. En realidad, muchas de las estrellas del new pop venían de la periferia o del mismo cogollo del punk. Todos estaban imbuidos de las enseñanzas empresariales de Malcolm McLaren sobre los modos de aprovecharse de las discográficas, manipular a los medios y exprimir a los consumidores, teorías puestas en práctica con los Sex Pistols o Bow Wow Wow. Adam Ant incluso le pagó a McLaren una clase magistral particular para preparar su asalto al éxito pop.
Fue fatal para la reputación del synth-pop. Inevitablemente, el cínico manual de Malcolm para el pillaje (consentido) se confundió con el espíritu thatcheriano de aquel momento, que primaba el materialismo y el egoísmo. Sin embargo, el nuevo pop estaba pasándolo demasiado bien para pensar en ideologías. Aparte, por cada figura –saluda, Gary Numan- que simpatizaba con Margaret Thatcher, se puede contraponer a un grupo crítico, como la British Electric Foundation.
Pero la retórica de la BEF empequeñecía
ante el activismo estridente de grupos "naturales" tipo The Style
Council o The Specials, comprometidos con la rama izquierdista del
laborismo, la lucha contra el apartheid o la desdichada huelga de los
mineros. Establecer quienes fueron los “buenos” y los “malos” en esa
visión simplificada de los ochenta resulta fácil. Y demagógico.
Además, todos esos matices políticos y culturales se desvanecían en cuanto el avión despegaba de Heathrow. Culture Club aparecía en el programa supuestamente vanguardista de TVE. Spandau Ballet se quedaban pasmados al ser entrevistados en Madrid como si fueran estetas. Duran Duran eran recibidos como impecables modelos de comportamiento por sus fans españoles (y yo me busqué un problema cuando conté en El País Semanal, una pincelada de ambiente, que exigían a sus promocioneros que les consiguieran grandes cantidades de alcaloides estimulantes).
Además, todos esos matices políticos y culturales se desvanecían en cuanto el avión despegaba de Heathrow. Culture Club aparecía en el programa supuestamente vanguardista de TVE. Spandau Ballet se quedaban pasmados al ser entrevistados en Madrid como si fueran estetas. Duran Duran eran recibidos como impecables modelos de comportamiento por sus fans españoles (y yo me busqué un problema cuando conté en El País Semanal, una pincelada de ambiente, que exigían a sus promocioneros que les consiguieran grandes cantidades de alcaloides estimulantes).
De alguna manera, estos discos
resplandecientes, con sus sugerencias de hedonismo y modernidad, fueron
la banda sonora dominante de los lúbricos años ochenta españoles, tan
abundantes en excesos de todo tipo. Todavía hay discotecas que programan
la llamada “música remember”, que -por lo que intuyo- abarca el pop de
teclados más el italo disco y otras propuestas de baile
coetáneas. Me llamaron un día para pinchar en una de ellas, en la costa
valenciana, y no me atreví: soy fatal ante la tentación.
Vuelvo a repasar el estreno de 'Classic Pop'. No dudo de que haya detrás minuciosos estudios de mercado pero el nivel periodístico es bajo. Aunque no falten grandes historias y perchas de actualidad. Han pasado 25 años de la salida de algunos hitos del “pop clásico”: se celebran las voluminosas reediciones de 'So', de Peter Gabriel, y 'Bad', de Michael Jackson. También tratan el fantasioso sello ZTT o el programa 'Top of the Pops'. La revista no se limita a los afanes arqueológicos: establece una vía de salida con textos breves sobre grupos actuales como Coldplay, The Polyphonic Spree o The XX e incluso cantantes novísimas tipo Lana del Rey, A*M*E o Jessie Ware. Hay cantera, parecen sugerir. Pero, me temo, ya no será un movimiento homogéneo o hegemónico: sólo otra pieza en el infinito mosaico del pop de 2012.
Vuelvo a repasar el estreno de 'Classic Pop'. No dudo de que haya detrás minuciosos estudios de mercado pero el nivel periodístico es bajo. Aunque no falten grandes historias y perchas de actualidad. Han pasado 25 años de la salida de algunos hitos del “pop clásico”: se celebran las voluminosas reediciones de 'So', de Peter Gabriel, y 'Bad', de Michael Jackson. También tratan el fantasioso sello ZTT o el programa 'Top of the Pops'. La revista no se limita a los afanes arqueológicos: establece una vía de salida con textos breves sobre grupos actuales como Coldplay, The Polyphonic Spree o The XX e incluso cantantes novísimas tipo Lana del Rey, A*M*E o Jessie Ware. Hay cantera, parecen sugerir. Pero, me temo, ya no será un movimiento homogéneo o hegemónico: sólo otra pieza en el infinito mosaico del pop de 2012.
[Fuente: blogs.elpais.com/planetamanrique]
No hay comentarios:
Publicar un comentario