¿Se podía uno conducir metamarginal dentro de un género que, como el punk, hacía de la marginalidad bandera? Cabría hacerse esa pregunta con Manolo Almén quien, según los pocos (e inexactos) rastros que de él colean en la red, no solo era cabecilla de una de las bandas pioneras del punk español sino que, como afirma la Wikipedia británica, ésta, Almen TNT, habría sido la primera de la península ibérica. Para empezar, deberíamos descifrar si realmente aquello era punk.
Leído, educado, sensible, Almen no tenía aspecto de drugo ni colgaban imperdibles de su atuendo. Este, pelo largo incluido, era más propio de un progre-freak-anarco de finales de la década de los 70, de los que tantos ejemplares abundaban en el underground barcelonés de aquellos años de resaca libertaria y tardocontracultural. Joven inquieto y socialmente concienciado, Almen comenzaba como cantautor reivindicativo, antisistema que dirían hogaño. De capa caída la canción protesta, consideraría que los tiempos requerían una electrificación de su discurso, extrapolándolo al formato rock, un idioma sonoro entonces al que todavía se le atribuían valores culturales, capacidades de cambio y otras ilusas entelequias que supuestamente hacían más libres a sus sacerdotes y fieles.
En 1978 localizaba Almen en Mataró, localidad costera cercana a Barcelona, la banda necesaria para sus propósitos, surgida de las filas de otra formación, Hot Panotxa. Estos, entonces exponentes del rock de periferia —esto es rock urbano, también conocido por rock bronca— que en Barcelona había insituido unos años antes La Banda Trapera del Río, serían englobados en una enésima etiqueta, “rock del Llobregat” —en referencia al cinturón rojo u obrero de los extrarradios barceloneses—, ideada por el sello Chapa en el tercer volumen de su serie Viva el Rollo, dedicado a Cataluña y originalmente titulado Visca el Rollo. Dicho volumen 3 —con intervenciones de Fruint, Mortimer, Borne, La Beps y otros— aparecía en 1979, incluyendo dos temas de los Panotxa, uno en catalán, que también se publicaban en single.
Ese rock urbanita de denuncia sería pues el fuselaje del sonido Almen TNT, acaso emparentable al punk como podía haberlo sido en Inglaterra el de cualquier afiliado al pub rock, o sea indirectamente, y en cualquier caso con posterioridad a que a finales de 1977 los Masturbadores Mongólicos establecieran en Barcelona un vínculo mucho más obvio con el punk, cuyos primeros exponentes intrínsecos serán Último Resorte, formados en noviembre de 1979. Una de esas hipotéticas conexiones de Almen TNT con el protopunk, podía ser el espíritu DIY con que, amén de una maqueta previa, se concibió la primera y única grabación del cuarteto, desde la grafómana portada hasta la rupestre distribución, que si no recordamos mal realizaba personalmente Almen a mano. El único intermediario técnico entre ese single y el consumidor era el sello editor, Eda, en cuyo catálogo cabía desde la Orquesta de Adolfo Waitzman hasta Violeta La Burra, que prensó una tirada indeterminada del single, aunque hemos de suponerla sucinta. Huelga decir que su circulación fue subterránea, si bien, gracias al tesón personal de Almen, alguna que otra publicación especializada lo recogió en sus páginas. Con dos de las canciones aparecidas en la maqueta, regrabadas en los estudios Sonitec, a finales de 1979 ‘Ya nadie cree en la revolución/Ogro de ciudad’ salía de la planta de prensaje. Sería presentado en la sala Mágic sin causar conmoción alguna en el panorama musical de la ciudad.
En 1979 la propuesta de Almen TNT ya era un anacronismo. Al año siguiente Barcelona iba a ser testigo de la aparición de bandas como Los Rápidos y Loquillo & Los Intocables, por no hablar de un nutrido underground experimental, mientras que en Madrid daba comienzo La Movida. Almen TNT quedaba pues atrapado en esa inflexión histórica, residuo de un pasado inmediato. Porque, ¿a quién podía interesar en 1980 la filípica obrerista contra la hipocresía política de ‘Ya nadie cree en la revolución’? La revolución, en esos momentos, se encontraba efectivamente de rebajas en El Corte Inglés —grandes almacenes vilipendiados también en una canción de Loquillo—, como cantaba Almen, y la fórmula con que lo expresaba, r&r casero torpedeado por una desacomplejada incompetencia vocal, poco tenía que hacer en un panorama dominado por el revisionista glamour de la new wave. Similar receta se empleaba en la cara b, ‘Ogro de ciudad’, potencial sobrante de Burning, musicalmente más ambicioso y setentero, que también podría haber firmado Ramoncín, y que concluía con un freak out digno de Alice Cooper.
Nada más se supo de TNT tras aquello, si bien Almen, desconocido superviviente, continuaría con su carrera, transcurrida igualmente por cauces marginales, hasta hoy.
[Fuente: Jaime Gonzalo para munster-recrods.com]
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