Los que fueron jóvenes en los años 80, los que tuvieron inquietudes creativas y buscaron en la cultura una vía, no sólo de expresión sino también de diversión, vivieron una situación irrepetible que marcó una generación guiada por la libertad. Años después de la Transición, cuando ya no eran tan necesarias las proclamas sociales, el "todo vale" impuso un arte individualista, aunque extremadamente abierto a cualquier chispa de imaginación. Estos años de absoluta creatividad -bastante silenciados en algunos casos- tuvieron sus epicentros en Madrid y Barcelona. Pero la popular Movida gozó de dos centros periféricos especialmente importantes, Málaga y Vigo. El próximo octubre, el Palacio Episcopal abrirá sus puertas a la pintura figurativa malagueña de los años 80. Será momento para reconocer la labor de muchos nombres que se han perdido por el camino.
Rafael Alvarado es el promotor y uno de los comisarios de esta exposición en la que se van a dar la mano las dos generaciones que convivieron en esos años. Joaquín de Molina, Carlos Durán, Padilla, Daniel Muriel, Bola Barrionuevo, Chema Tato, Calvo Capa y Diego Santos pertenecieron a un grupo que venía de los 70 pero que adoptaron el nuevo espíritu de esos años y tuvieron grandes vínculos con los nuevos valores. Chema Lumbreras, Isabel Garnelo, Plácido Romero, Enrique Queipo, Benito y Encarni Lozano, Rafael Alvarado, Paco Aguilar, Joaquín Gallego y los controvertidos Agustín Pareja School formaron parte de la oleada más joven.
Estos nombres y sus propuestas de aquellos años resucitarán "una generación que se ha cortado de raíz, a la que apenas se le han dedicado exposiciones", comenta Tecla Lumbreras, profesora de la UMA, galerista y activista cultural en los 80. Lumbreras llevó en 1981 una sala en calle Beatas "en la que tuvimos exposiciones muy divertidas". Eran momentos en los que el espíritu multidisciplinar evaporaba cualquier tipo de límite y los artistas plásticos, los escritores, fotógrafos, músicos y actores se mezclaban para crear proyectos rabiosamente plurales.
El Colegio de Arquitectos de Málaga fue sede del bullicio cultural de aquellos tiempos y Tecla Lumbreras, la responsable de su programa cultural. "Era un momento tan creativo, que la gente lo mismo organizaba la exposición que participaba en ella, cualquiera que se creyera artista lo era, tan sólo hacía falta sensibilidad y ganas de divertirse, de pasar del gris de la época anterior al color", señala la profesora.
El culto al cuerpo, la estética del relax que tenía su máximo exponente en Torremolinos, o los cuatro elementos. Todo era susceptible de inspirar una muestra, una acción, un concierto, un happening, una instalación... en la particular atmósfera que se impregnó del mundo gay, la noche y la fiesta. En la pintura fueron años en los que predominó la figuración sobre la abstracción y el informalismo de la etapa anterior. En Málaga los artistas se acercan a la nueva figuración madrileña, lo que significa una vuelta a la pintura. "Tras los movimientos más conceptuales, se hizo una relectura de la Historia del Arte", explica Tecla Lumbreras, que recuerda la muestra Vida moderna, como el inicio de la movida malagueña. En esta colectiva, la sala que el Colectivo Palmo tenía en la primera planta de la librería Prometeo exhibió obras de artistas malagueños y berlineses.
El Ateneo y la Diputación en su sede de La Marina también atendieron, aunque en menor medida, a la que hoy es una "generación maldita". En Coín Pedro Pizarro fundó una galería en 1986, sala que luego traería a Málaga. "Coín era un pueblo muy moderno, en el que se organizaban unos festivales increíbles de música y se hacían muchos fanzines. El colectivo Palmo, aunque formado por autores más vinculados a renovación plástica de mediados de los 60, mantuvo su actividad hasta el 87 y el taller de grabado 7/10, que fue fundado en 1979 y en el que participaban artistas como Paco Aguilar, Diego Santos y Carmona, se disolvió en 1984.
Joaquín de Molina fue un nombre clave en esta época, según comenta Tecla Lumbreras. "Trajo a Málaga las corrientes expresionistas alemanas, hizo muchas iniciativas de locales nocturnos alternativos en los que se mezclaba la música, la interpretación y el arte", apunta la profesora de la UMA. Casablanca, al término del Camino Nuevo, y Arcadia, en el Limonar, resultaron locales especialmente dinámicos y divertidos para esta "generación que ha sido muy silenciada". Individualistas, apolíticos, sin freno, originales y muy modernos. Así eran los miembros de un grupo "al que no se había hecho, hasta ahora, ningún acercamiento así en la ciudad". Ha llegado la hora de reconocer el valor de estas figuras.
[Cristina Fernández... malagahoy.es]
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