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29 abr 2024

Ve la luz el single de Voyeur

La aparición de Voyeur sobre el escenario fue precisamente eso, una aparición. Rondando las siete de la mañana, eran el último grupo en actuar en un macrofestival de grupos ourensanos, y aquel trío de A Rúa convirtió en irrelevantes las actuaciones de todos los que los precedieron, incluidos Los Suaves, por lo menos para un puñado de postadolescentes que echaban de menos en su ciudad una conexión con las nuevas que surgían como setas por todo el país. Era mayo de 1985, y a Ourense la Nueva Ola llegara como casi todo, con retraso y en pequeñas dosis.

Juraría que los tres vestían de negro, que el bajista tocaba un precioso bajo Rickenbacker al más puro estilo The Jam, y que el cantante y guitarrista llevaba un cinturón de clavos medio caído sobre la cadera, al modo de los grupos de la onda siniestra, la sienes casi rapadas para que sobresaliera medio palmo la parte central de su pelo y una espectacular Gibson Les Paul dorada. El toque exótico lo ponía el batería, rostro afilado y piel blanca, pelo rubio y un aspecto de rock’n’roll star ideal para estar al borde del escenario y no escondido tras la batería. Lo mejor, sin embargo, era la música, por supuesto. Ante nuestros provincianos ojos teníamos un grupo absolutamente desconocido, más o menos cercano y tan provinciano o más que nosotros, pero que sonaba como los que nos gustaban de fuera, oscuro pero elegante, melódico y potente, con canciones que seguían en tu cabeza al acabar el concierto. Casi amanecía, y algunos volvimos a casa con un nuevo nombre que seguir.

Aunque Voyeur no era exactamente un grupo siniestro, sí compartían una cierta estética que en aquellos años ya habían pasado su mejor momento. Estaban cerca de grupos como The Chameleons o The Sound, intensos y angustiados, sí, pero con una angustia más cercana a la experiencia personal de la gente común y un innegable y certero instinto pop, grupos de buena reputación y éxito moderado que por entonces daban también sus últimos pasos. Si en otras manos el sonido envolvente del pedal de chorus tendía con frecuencia a lo grandilocuente, en Voyeur potencia el particular estilo guitarrero de Magín, más cercano a la guitarra acústica y con preferencia por los arpegios sobre los solos clásicos, una inconsciente puesta al día del folk rock americano de mediados dos anos sesenta a base de sensibilidad post punk, algo semejante, salvando todas las distancias, a lo que Johnny Marr bordaba en The Smiths. El tono grave de su voz podría emparentarlo de lejos con Germán Coppini o Jaime Urrutia, y en las letras, sencillas, telegráficas, pero no simples, las ganas de huir del día a día luchan con esa cierta tristeza melancólica que lo caracterizará en toda su carrera. Como apoyo, los discretos teclados de Moncho Lusquiños y la arrolladora presencia de Suso González, dos clásicos de la escena jazzera ourensana que aquí recuerdan sus inicios en el rock. Quizás ahí estivo a clave da falta de salida comercial de Voyeur.

Voyeur tocaron techo en el festival El Nuevo Pop Español de 1986, un formato que pretendía renovar o decadente Festival de Benidorm, donde se clasificaron por Galicia acompañando a Bromea o Qué?. Ambos quedarían fuera de la final que ganarían los madrileños Las Ruedas ante otros como La Granja o Héroes del Silencio. El disco con las canciones de los finalistas prometido por el Concello de Vigo quedó en nada. Ninguna de las dificultades que se le presentaban a un grupo tan lejano a los centros musicales de Galicia y España iban a frenar la pasión creadora de Magín. Llegaban ecos de la nueva música de guitarras desde los USA, y Voyeur se transmutó en La Rosa. Las grandes canciones siguieron llegando, aunque pocos llegarían a enterarse.

Tracklist:

01. James Dean
02. Terra estéril

[Fuente. Roimelo Records]

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