Páginas

6 feb 2021

Breve glosario histórico del "Tontipop"

España, su gente, ha sido tradicionalmente un país estigmatizador y tendente al comentario despectivo hacia lo inverso a nuestro pensamiento. También, aunque no sea patrimonio exclusivo y si producto genético de las diferentes culturas que han morado en nuestra Península, difusor de la mala leche o la mala baba, tanto da el paralelismo.

Si bien el calificativo "tontipop" no se acuña en ese momento, la equivalencia aparece en la escena musical en los primeros 80 proveniente, paradójicamente, de la rama proge/intelectual por un lado y de las tribus del pop adscritas a la trascendencia y al dominio técnico de la instrumentación para calificar (más bien descalificar) a la música hecha con el objetivo simple de la diversión. En el saco fueron metidos en su día, entre otros, Alaska y Los Pegamoides, Los Nikis, Aerolíneas Federales, Trastos, Las Chinas o Alex y Christina, por citar algunos ejemplos que, para rabia de sus detractores, forman parte de la historia musical de nuestro país. Era, es y ha sido, el triunfo de la (supuesta) superficialidad y pone en solfa la razón de las críticas, lo mismo que ocurrió con los grupos de los 70 asociados a "la canción del verano" que, para bien o para mal, permanecen en la memoria colectiva pasado medio siglo, lo que redunda igualmente en el dudoso pragmatismo de los prejuicios y las etiquetas.

Sin duda, las décadas 90/2.000 fueron la época cumbre del tontipop hispano (haré un esfuerzo por mantener en el escrito la etiqueta). A pachas y a diferencia con el indie, la década, confusa y resacosa, el panorama pop fue dominado por grupos Los Fresones Rebeldes, Nösotrash, Meteosat, La Monja Enana, Pauline en la playa, Juniper Moon, Niza o La Casa Azul con el denominador común, acorde a la evolución de los tiempos, de una presencia cada vez mayor de las chicas y un dominio arrollador de las nuevas tecnologías de sonido que no necesariamente coincidente con los instrumentos tradicionales. Segundo zasca a los puristas, el éxito fue una realidad, muchos de esos grupos siguen publicando discos que generan expectación, han pasado con letras de oro a la historia y algunas personalidades como Guille Milkway, pasarán a la posteridad como uno de los mayores gurús de la producción, recurso habitual incluso de proyectos que nada tienen que ver con su palo.

No tan prolífica en grupos interesantes del ramo fue la primera década de este siglo, quizá porque los tentáculos de las pasadas llegaban hasta esos días pero, no obstante, también hubo apariciones curiosas como Astrud, Vacaciones, TCR, Band A Part, los formidables Espanto, Doble Pletina, Los Punsetes o Mi pequeña radio, auspiciados en su mayoría por discográficas independientes y con voces femeninas en primera línea, factores que se mantienen vigentes hasta el momento actual con un gran números de adeptos, no necesariamente veinteañeros, de mente poliédrica y con ganas de simple y banal diversión.

Y en esto llegamos a los tiempos actuales, tiempos perros, si la crisis económica dejó ya bien tocada a la industria musical (en realidad a todo el espectro cultural), la pandemia la ha herido de muerte, los (pocos) conciertos se han convertido en poco menos que un ejercicio de riesgo, las discográficas, ante la incertidumbre, no se atreven a invertir ni un euro y los bares, fuente elemental de difusión, están cerrados. Sin embargo, ante el panorama social aterrador, el pop de fácil digestión vive una sorprendente (o no tanto) esfervescencia, los grupos, las pequeñas compañías, y alguna clásica (Elefant, Subterfuge ...), paradigma de supervivencia, tiran de agallas para sortear todos los imponderables y están consiguiendo llamar la atención de la sociedad melómana, ávida de evasión, aunque sea en forma de fiesta casera, y sobre-dosificada de malos augurios.

Así las cosas, han aparecido bandas tan interesantes como Cariño, Hinds, Miranda, Ladilla Rusa, Axolotes Mejicanos, Las Odio, Carolina Durante o Melenas pero, a mi modesto entender, ninguna tan excitante como la causa de este mi desbarre: Ginebras, una banda de cuatro chicas (sigue la constante femenina) de variopinta procedencia, desvergonzadas (en el buen sentido), espontáneas, frescas, callejeras, mujeres de la Malasaña de su tiempo, de vintage y de moderno en flechas de 3 minutos directas al oído ... demasiado para pasar desapercibido para alguien tan sobrepasado por su propio eclecticismo como yo.

[Redacción Nuevaola80. Aurelio Sánchez]

No hay comentarios:

Publicar un comentario