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12 feb 2018

René de Coupaud, la melodía más triste

Foto: Nuevaola80
La música asturiana ha quedado huérfana de uno de sus mas importantes talentos. René de Coupaud, productor, pianista, arreglista y técnico de sonido referencial desde la década de 1960, falleció el pasado sábado en Quintes (Villaviciosa) de manera fulminante e inesperada. La noticia no tardó de saltar de móvil en móvil, dejando entre amigos y profesionales un silencio interior que, por una vez, atronó con más fuerza que toda la música que pasó por sus manos durante las últimas cinco décadas.

Porque fue mucha música la que cupo en sus 65 años de vida. Nacido en Madrid y criado en Gijón, René de Coupaud empezó a ser profesional desde la adolescencia y tenía esa rara cualidad llamada “oído total”, que se puede resumir como la capacidad de memorizar, ordenar y pensar con notas musicales como quien lo hace con palabras. Un don que quienes lo poseen se ven abocados a darle salida, por puro amor a la magia de la música. René lo hizo desde niño, aprendiendo a tocar el piano y pasando después por el conservatorio, donde quemó etapas y cursos a velocidad de vértigo para acabar, como era lógico en un chaval de finales de los años sesenta, tocando en grupos de rock.

También ahí avanzó rápido: su paso por formaciones hoy míticas como Los Canarios o Alcatraz, iconos de la escena jazz-rock y progresiva de la España de los setenta hubieran bastado para garantizarle un nombre en la historia musical de este país. Sin embargo, la producción y la técnica del sonido eran cuestiones que, acordes a su carácter inquieto, le atraían tanto o más que las teclas del piano o el sintetizador. De modo que comenzó una carrera de productor que en años siguientes le llevaría a dirigir actuaciones y grabaciones de éxito en las voces de Danny Daniel, José Velez, Camilo Sesto, Fórmula V o Albert Hammond, entre otros muchos.

El gran giro, no obstante, lo dio haciendo buena esa frase de “pinta tu aldea y serás universal”. A principios de los años ochenta decidió quedarse en Asturias y fundó, en compañía del añorado Pedro Bastarrica, el que fue el primer estudio de grabación profesional de la región. Estudios Norte, más tarde Estudios Eolo, supuso el final de la era en que los músicos asturianos debían cruzar el Pajares para grabar un disco en condiciones.

De 1981 a 1991 René estuvo allí, mano a mano con Pedro, dando salida a una cantidad apabullante de grupos y solistas que, por fin, podían grabar en Gijón con los mismos acomodos técnicos y calidad sonora que en cualquier parte del mundo. La lista de artistas que despegaron gracias al buen hacer del tándem Coupeaud/Bastarrica es extensísima, y su simple mención lo dice todo. Baste citar a Ilegales, Los Locos, Los Suaves, Nuberu, Dixebra, Stukas, Fuera de Serie, Jerónimo Granda, Salón Dadá, Llan de Cubel, Hevia, Carlos Rubiera, Javier Bergia, Modas Clandestinas, Cuélebre, Xuacu Amieva, Beleño, Julio Ramos, Xentiquina, Rohan… Gran parte del éxito obtenido por estos grupos fue reconocido, con toda justicia, a la labor del dúo de productores. Sin embargo, el corazón de René dio un susto a todos en 1991, durante la grabación de Algo Salvaje, tercer álbum de Los Locos. Aquel primer infarto le obligó a bajar el pistón tras casi una década de trabajo continuo tras la mesa de mezclas, día tras día, a un ritmo enloquecedor y sin apenas descanso. Habían sido más de 150 discos en menos de diez años, en una época en la que los sistemas digitales no se habían generalizado y en la que el tiempo en estudio suponía muchos gastos, nervios, tensiones y paciencia.

Los médicos le desaconsejaron el ritmo de vida de un productor discográfico freelance, y aunque René se planteó la posibilidad de pensionarse, hizo el más difícil todavía: sacarse una oposición para dirigir el Taller de Músicos de Gijón, que obtuvo tras recuperarse. Se abrió así una nueva etapa en su vida, participando en un proyecto modélico que imitaron después tantas ciudades, y en el que la enseñanza de rock y pop, hasta entonces géneros menores para los músicos “serios”, empezó a cobrar empaque y respeto, derribando ese estigma mendaz de mal vivir y delincuencia que, aún hoy, algunos siguen asociando a cualquier música con respaldo popular.

En todo caso, los siguientes 25 años le aportaron aún más satisfacciones. Las que salen de impartir clases de música, catalogar producciones, organizar seminarios, cursos y conferencias, renovar tecnologías y sistemas de grabación, aprender nuevas nociones de sonido y, sobre todo, estar en contacto continuo con músicos jóvenes. Su afabilidad y bondad, a veces escondidas tras un semblante serio que no era más que una coraza de timidez, le hicieron ganarse el aprecio y el respeto de todos.

En 2017, cumplida la edad para ello, se ganó la jubilación. Y aunque su etapa como profesor había concluido, tenía proyectos que, por desgracia, no se han llegado a materializar. Su carrera de músico, él lo sabía bien, solo acabaría cuando se apagase su vida. Lástima que lo hiciera cuando aún era demasiado pronto. Cuando aún le quedaba tanta música por mostrar y disfrutar.

Es más que significativo, en fin, que en un mundo como el de la música, y más aún el de la música en Asturias, tan lleno de envidias, puñaladas, estafas, maledicencias y falsedades, quien esto escribe jamás haya oído una mala palabra contra René de Coupaud en boca de nadie. La prueba definitiva que denota la nobleza de quien demostró ser tan buena persona como grandísimo músico y que, con su repentina ausencia, sin opción a despedirse, ha hecho del silencio y el frío la melodía mas triste. La que menos esperamos y que jamás debió dejarnos.

[René de Coupaud Villarrubia, músico y productor discográfico, nació en Madrid en 1952 y falleció en Gijón el 10 de febrero de 2018]

[Redacción NO80s. Rafa Balbuena. Publicado en atalanticaxii.com -Enlace original-]

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